Una mácula se ha cernido en los últimos tiempos sobre el genealógico prestigio del apellido Gómez de la Serna, que se ha visto mancillado a raíz del eco mediático que han tenido las prácticas presuntamente ilícitas desarrolladas por uno de sus portadores, el diputado del PP Pedro Gómez de la Serna, abogado y sobrino del célebre literato RAMÓN, quien acuñara el término greguería para la posteridad, no limitándose meramente a ser el identificador de tal fórmula, ya que además se revelaría como el más diestro y abundoso productor de las mismas hasta el momento.
El ya exdiputado Pedro Gómez de la Serna (1962-…) está siendo judicialmente investigado por considerar el magistrado encargado de la causa que existen indicios de que el interfecto tejió, junto al entonces también diputado popular y exembajador en la India, Gustavo de Arístegui, una trama para el cobro de comisiones a cambio de mediar, haciendo un uso falaz del cargo público, en contratos de empresas españolas en el extranjero, previo pago de dinero a funcionarios de dichos países a cambio de la adjudicación de obras, cobrando de las empresas adjudicatarias capitales que subsiguientemente habrían sido blanqueados a través de sociedades pantalla.
El diputado Gómez de la Serna pertenece a un linaje de juristas implicados en política desde varias generaciones atrás: el tío abuelo de su abuelo, don Pedro Gómez de la Serna Tully, nacido en Mahón en 1806, fue un jurista de reconocido prestigio que llegó a ser ministro de Gracia y Justicia en 1854. También sería presidente del Tribunal Supremo entre 1869 y 1871, año en que murió. Perteneció al Partido Progresista y fue, asimismo, miembro de las Reales Academias de Historia, Jurisprudencia y Ciencias Morales y Políticas. Su sobrino nieto, Javier Gómez de la Serna y Laguna (1880-1922), padre del literato Ramón y tío abuelo del diputado Pedro Gómez de la Serna, también tuvo una destacada trayectoria profesional: fue funcionario por oposición del ministerio de Ultramar y registrador de la propiedad (sería Director General de los Registros), llegándole a encargar, en su momento, Antonio Maura una reforma hipotecaria. También fue diputado en varias ocasiones y vicepresidente de la Academia de Jurisprudencia.
En la rama más creativo-literaria se ubicarían dos de los cinco hijos de don Javier Gómez de la Serna y Laguna: Ramón (1888-1963) y su hermano Julio (1895-1983), este último editor, traductor y escritor, además de abogado, como mandaba la tradición familiar. Dicha vocación por las letras quizás les viniera por el flanco materno, ya que su madre, doña Josefa Puig Coronado, era pariente de la célebre escritora Carolina Coronado (1820-1911), a quien su sobrino Ramón dedicó uno de sus incontables libros: “Mi tía Carolina Coronado” (1935).
Así las cosas, con respecto al parlamentario miembro de esta saga familiar que en los últimos tiempos ha venido ocupando numerosos titulares en la prensa, Pedro Ramón Gómez de la Serna y Villacieros, cabe apuntar que es funcionario del Cuerpo Superior de Administradores Civiles del Estado, iniciando su singladura como diputado allá en 2011, cuando se lo nombró por la provincia de Segovia en calidad de “cunero”, que es como se acostumbra a calificar coloquialmente a aquellos diputados que no viven en la jurisdicción a la que han de representar en el Hemiciclo, circunstancia ante la que se defendía el candidato recurriendo precisamente a su árbol genealógico: “‘Esta provincia —explicó— constituye para mí una referencia muy próxima, pues mi padre es primo carnal del escritor Ramón Gómez de la Serna’. / El número 2 al Congreso aseguró sentirse muy próximo a este periódico, donde su pariente Ramón escribió con asiduidad.” (cf. “El adelantado de Segovia”, 15-10-2011).
Ciertamente, Ramón Gómez de la Serna tuvo una gran vinculación con Segovia; su padre ejerció allí como registrador y pasaron muchos veranos familiares, dedicando asimismo el escritor algunos libros, como “El secreto del acueducto” (1922), a la célebre ciudad. Pero no dejaba de ser un uso oportunista el que realizaba el sobrino, toda vez que Ramón fue una persona profundamente recelosa de la política pese a tenerla tan presente en su familia… o quizá por eso.
En el ámbito jurídico sin duda el apellido Gómez de la Serna tiene un lugar de honor, pero no tanto como el que tiene en el de la literatura, sustentado este en una muy gran medida en la ingente obra de Ramón, quien, renegando de la comodidad y buen pasar que le podía haber otorgado el seguir la senda paterna, pese a licenciarse en Derecho, se sintió literato y bohemio por los cuatro costados y se defendió de los patrones burgueses que lo alumbraron. La crítica literaria Ioana Zlotescu expresó muy certeramente la sensibilidad de Ramón en el sentido que nos ocupa: “Ramón Gómez de la Serna se situó desde siempre en el mundo del ser, tan contrario al mundo del tener. El declarado apoliticismo del autor brota de la raíz misma de su ser, porque la práctica de la política implica, inevitablemente jerarquías y estructuras, y nuestro autor no admitía ninguna que no fuera la de la originalidad y el talento” (cf. en “AIH. Actas”, 1992).
Indubitablemente, a poco que se indague en el egregio árbol genealógico de los Gómez de la Serna, no cabe duda de que Ramón fue un verso suelto que elevó dicho apellido hacia sublimes estadios de la creatividad, lástima que tan fascinante memoria haya de verse entremezclada hoy en los buscadores de internet con quien parece hallarse medrando en la ponzoña en que se ha convertido la política nacional, o a lo mejor siempre fue así y lo que ocurre es que todo salta más a la palestra mediática, y por eso Ramón, consciente ya en su momento de tal evidencia, se alejase de la política institucional, del signo que fuera, mostrando gran “aversión por el dinero y los fantasmones ostentosos de cargos, títulos o prebendas” (Ioana Zlotescu, “ibid.”), y tal vez por eso se reivindicó como RAMÓN a secas y en letras de imprenta más que como Ramón Gómez de la Serna.
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