La Iglesia Católica es el Cuerpo Místico de Cristo, el cual es formado por todos los bautizados. Y este Cuerpo Místico no es obra humana, es divina, no se trata de una obra sociológica ni filantrópica, cuyo fin es la mayor gloria de Dios y salvación de las almas. En este Cuerpo Místico cada miembro tiene una misión, pero solamente el sacerdote, según disposición de Cristo, puede perdonar los pecados y ofrecer el Santo Sacrificio de la Misa. Y la vida de ese Cuerpo Místico es la presencia de Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, es la Divina Eucaristía en la cual está Cristo vivo y presente. De la Divina Eucaristía sale todo, pues es la presencia de Dios y sin Él no hay nada. El primer deber del sacerdote es velar y proteger la Divina Eucaristía, lo sagrado. Por eso en la Iglesia se consideraba un sacrilegio que el fiel tocase una cosa sagrada. Cambió la Iglesia y se pretendió hacer una nueva; el resultado de la nueva Iglesia en la cual han sido formados muchos sacerdotes y obispos ha sido un fracaso rotundo. Yo no culpo a nadie porque seguro que actúan de buena fe siguiendo la formación que les han dado, pero yo soy anciano, y he vivido en una Iglesia y una sociedad irreconocibles. 50 años de mi vida los he pasado en la Adoración Nocturna y en el apostolado en la Legión de María y tengo que seguir aunque lo haga mal, defendiendo la Divina Eucaristía. España está pasando por un suceso trágico. Muchos ciudadanos están sufriendo un calvario; yo solo puedo ofrecerles mis oraciones; donde pueden recibir consuelo y esperanza, es junto al sagrario, donde Cristo está vivo y presente.
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