La ingeniera Olive Wetzel Dennis, nacida el 20 de noviembre de 1885, en Thurlow, Pennsylvania, aunque creció en Baltimore. Se graduó con una Licenciatura en Artes en Goucher College en 1908 y al año siguiente completó una maestría en matemáticas en la Universidad de Columbia. Tras trabajar como profesora en Wisconsin, decidió dar un giro a su carrera y se matriculó en la Universidad de Cornell para estudiar ingeniería civil, donde se graduó en apenas un año, logrando su título en 1920.
Fue una pionera en su campo y la segunda mujer en recibir un título en ingeniería civil por la Universidad de Cornell, en 1920. Dennis revolucionó los trenes de pasajeros con una serie de innovaciones que mejoraron radicalmente la experiencia de viaje. Entre sus aportes, introdujo asientos reclinables, tapicería resistente a manchas, tocadores femeninos con toallas de papel, jabón y agua, iluminación adaptable para el confort nocturno, ventilación ajustable en cada asiento y, más adelante, compartimentos con aire acondicionado.
Dennis se convirtió en la primera "ingeniero de servicio" cuando el B. & O. creó el cargo. El ingeniero Kurt H. Debus la describió como el primer ingeniero de servicio en los Estados Unidos. Más tarde en su carrera, B. &. O. encargaba a Dennis el diseño de un tren completo que incorporara todas sus innovaciones y el Cincinnatian sería considerada como "la joya de la corona de su carrera".
A Olive Wetzel Dennis, nacida un 20 de noviembre de 1885, no le tembló el pulso para cambiar el paisaje de los trenes de su tiempo. La ingeniera que Cornell tituló en 1920, segunda mujer en obtener un grado en ingeniería civil en aquella casa de estudios, acabó impactando los ferrocarriles desde dentro. Porque, mientras pioneras como Mary Walton resolvían los problemas externos del ruido y la polución en los rieles, Dennis pensó en el pasajero y en el confort, convencida de que los trenes podían atraer más usuarios si se les daba a las personas lo que realmente necesitaban.
Al unirse a la Baltimore and Ohio Railroad (B&O), fue contratada primero como dibujante para diseñar puentes, pero muy pronto, con el ojo pragmático de un ingeniero y una sensibilidad fina, cambió el rumbo de los vagones de pasajeros.
Fue suya la patente del ventilador que traía aire fresco a los compartimientos sin causar aquellas molestas corrientes de viento.
Le pareció que los asientos de los vagones eran una tortura y fue de las primeras en sugerir y adaptar asientos parcialmente reclinables, tapicería resistente a manchas y detalles útiles como tocadores para mujeres con toallas, jabón y agua.
Incluso, instaló iluminación ajustable en los techos y aire acondicionado, otra primicia mundial para los trenes de B&O.
Dennis innovó en lo pequeño, como los menús. estudió dietética y cambió el menú de los vagones comedor para ofrecer ensaladas y comidas ligeras. Los comensales se encontraron con una vajilla de porcelana decorada con motivos alusivos a la historia de la compañía, tan popular que los viajeros la adquirían como suvenir.
Aquella frase suya, contundente, lo resumió todo: “No importa cuán exitoso sea un negocio, siempre puede ser mejor si se toma en cuenta el punto de vista de las mujeres”. No en vano recomendó el servicio de azafatas y enfermeras a bordo y no se equivocó: la B&O se volvió el estándar de comodidad.
Durante la Segunda Guerra Mundial, su experiencia fue vital para la Oficina Federal de Defensa en el Transporte.
En 1951, Dennis se retiró con todos los honores de la Asociación Americana de Ingeniería del Ferrocarril. No fue una despedida triste; para entonces, cada detalle en los vagones le hablaba a gritos de los logros que había dejado sobre aquellos rieles incansables.
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