Se ha publicado un escrito mío: "El cuerpo místico de Cristo". Me refiero a situaciones que he vivido. A partir de los años sesenta del siglo pasado comenzó una gravísima crisis en la Iglesia católica, había que hacerla nueva. Como ya tengo dicho, se desató una actividad frenética en los progresistas, que dejaron desvalijados muchos templos de todo signo sagrado. Muchos sacerdotes y religiosos de ambos sexos se secularizaron y muchos se casaron. En los conventos se desató la división; las monjas "modernas" se enfrentaron con las mayores, se despojaron de su hábito y muchas se secularizaron; y esta misma situación se produjo entre sacerdotes y religiosos. Es cuando se estableció la comunión de pie y en la mano. Muere Franco y, con la aprobación de estos progresistas eclesiásticos, se estableció la democracia. ¡Por fin, llegó la libertad, la democracia! Se multiplicaron las manifestaciones y la primera ley que se promulgó fue el divorcio. A los sacerdotes que habían permanecido fieles y que seguían con su sotana los llamaban "cuervo". Se desató un libertinaje arrollador, la sociedad se convirtió en un caos. Cuando aquellos jerarcas de la nueva iglesia vieron la sociedad desquiciada, en lugar de reconocer su error y pedir perdón, decían a los fieles que votasen al mal menor. Todo ha empeorado sin cesar y, en esta situación desquiciada en que se ha convertido España, ha sufrido una tragedia incalculable. ¿Castigo divino o fenómeno atmosférico? No lo sé. Pero, sea como fuere, no podemos negar que España atraviesa una situación dramática. Esta nueva iglesia y democracia son peores que una bomba. ¿Y qué hay que hacer? Hacerlo todo nuevo.
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