Sr. Director:
Se cumplen, el 14 de noviembre, setenta y ocho años de la muerte de Manuel de Falla, uno de nuestros más ilustres e internacionales compositores. En octubre de 1939 se trasladó junto con su hermana María del Carmen a Argentina para dirigir varios conciertos en los que estrenó su última obra orquestal: “Homenajes”.
Como el clima y el ambiente resultaron acogedores decidieron prolongar su estancia allí: En Villa Carlos Paz, Villa del Lago y, finalmente en 1942, Alta Gracia, en un chalet denominado “Los Espinillos”. Dirige otros conciertos, trabaja en “Atlántida” y diversos proyectos de menor exigencia. No cesan las visitas de personajes conocidos, exiliados de España unos, amigos de Argentina otros… Así hasta la madrugada del 14 de noviembre de 1946 en que María del Carmen encontró a su hermano muerto en el lecho a causa de una parada cardiaca mientras dormía. Faltaban nueve días para cumplir setenta años.
El 22 de diciembre sus restos son embarcados rumbo a España, arribando en el puerto de Cádiz el 9 de enero de 1947 y de allí directamente a la Catedral, acompañado el cortejo de un sinfín de personalidades y una multitud ingente de gaditanos que quisieron rendirle su último tributo. Ya en la Catedral descendieron hasta la singular cripta donde fue enterrado. Falla escribió siempre música profana, no se consideraba todavía preparado para la música religiosa. Él, sin embargo, era una persona de religiosidad profunda, mostrada con numerosos hechos a lo largo de su vida y siempre quiso rendir un tributo a Dios a través de la Belleza de la Música, don con el que consideraba que el Creador le había dotado. Era el lema de su vida: «sólo a Dios el honor y la gloria». Por ello y para poder ser enterrado en la Catedral, el Papa Pío XII lo declaró «Hijo predilecto de la Iglesia».
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