Son gajes, donde el aforamiento lo tienen por determinados tribunales, previamente señalados. Aquí viene la madre del cordero: por molestias, perjuicios y daños de estos trabajos a sus “señorías”, por la penuria y menoscabo en su quehacer diario, diremos mejor, por su estancia, por sus palmeos en la jaula de los leones. Esto tiene su “gracia”. Ellos mismos se imponen sus gajes por verbigracia y sin argumento alguno.
¿Por qué tiene un político que dejar de ser aforado cuando deja la política? Ya lo han visto, por ahora, presuntamente tocón y toda la parafernalia que tiene ahora a sus espaldas. El Rejón de turno y gran parte de tocones que llevamos los seres humanos y, como no, me atrevo a decir que posiblemente la alegría de la huerta empezará a florecer. Esperemos un poco. No sabemos cómo serán estas pesquisas y posiblemente habrá más denuncias por manoseos a este aforamiento que desempeñan los políticos en esa función especial por la que se les identifica. Las sinecuras, como dicen los estudiosos, los más letrados en esta materia ilustrativa y la que yo menciono por gajes, paguitas y las socorridas extras. Ni más ni menos.
Sin temor a equivocarme, tocones los habrá eternamente, y cuando el poder que les otorgan a estas “señorías” cuyos aforamientos son tan peligrosos y, por lo visto, en su mayoría muchos de estos y de cualquier otro —diremos infortunio—, nos enteramos demasiado tarde. Nunca es tarde si la dicha es buena; ya ven, poco a poco irán germinando y apareciendo algunas trastadas y perrerías hacia las señoras que fueron tocadas y amansadas. Posiblemente quedarán algunas paralizadas, sin saber qué hacer.
Nunca hubiera imaginado que estas “señorías” pudieran tener patente de corso, o mejor dicho, “hacer de su capa un sayo”. Ya hemos visto cómo se las gastan algunos de estos aforados, donde saben que los gajes y las gratificaciones que les da el mandato los dejan en franquicia. Cuanto mayor es el poder, más peligroso es el abuso. (Esta frase no es mía, es de otro).
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