Sorpresa, dolor, admiración e irritación son los sentimientos de los españoles ante los efectos nocivos de una gota fría inusual que ha anegado tantos pueblos de Valencia. Una DANA que se ha llevado a multitud de personas y bienes, dejando enfangados e irreconocibles esos pueblos tan bellos del litoral valenciano en una horrible catástrofe que pudo contar, siquiera, con la conmovedora y valiente presencia del Rey y la Reina en su intento de llevar cercanía y consuelo. Hemos visto también acercarse al arzobispo de Valencia y, entre la gente del pueblo, a seminaristas y sacerdotes que ayudaban entre rezos, canciones, leños y cubos que portaban.
La multitud de españoles de bien aporta su ayuda a través de Cáritas y otras organizaciones para remediar, en lo posible, la situación calamitosa que viven los habitantes de Paiporta, Chiva, Cheste, Alcúdia, Aldaia, Alfafar, Alcudia… hasta un total de casi ochenta pueblos.
Ha sido admirable para toda España ver, en la prensa, televisión y programas de YouTube, la generosidad y nobleza de tanta gente intentando ayudar en la emergencia y, con palas y rastrillos, trabajar duro para limpiar las calles y retirar escombros. Al mismo tiempo, nos ha dejado estupefactos la ausencia de servicios oficiales fundamentales en la emergencia.
En estos primeros días del mes de noviembre, muchos rezamos por las almas de los fallecidos en la DANA, incrementados, quizá, por la negligencia de quienes tenían la obligación de prestar socorro inmediato. También encomendamos al cielo, con insistencia, a todos los habitantes de esas zonas, víctimas de la enorme devastación.
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