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Apuesta de futuro

Iulen Lizaso Aldalur, San Sebastián
Lectores
sábado, 16 de noviembre de 2024, 10:13 h (CET)

Coincido plenamente con lo que exponía Enric Vivanco Fontquerni en su artículo de prensa del 12 de noviembre titulado: “Democracia como un tentempié”, en el que el broche final lo pone con la reflexión del principio del artículo: “En el momento que se abandona un lugar de un accidente, o hay una conducción temeraria, implica la retirada del carnet de conducir. La pregunta esencial es: ¿Cuándo un gobierno debe caer?”. A lo que añado: ¿cuándo un sistema debe cambiar?… cuando ha colapsado.


Repaso desde el anuncio de la pandemia hasta la tragedia de Valencia y concluyo que la nefasta gestión institucional, con la mentira y el aforamiento como cortafuegos, son la constante en una clase gobernante amañada a relevos con todos los partidos de la oposición: “Al final esta democracia se ha convertido en un tentempié, que se sustenta por toda la porquería que van generando sin parar. Esta democracia es una evidencia que lo único que sirve es para perjudicar el futuro de la ciudadanía, para nada más; un farol de jugadores atrapados en su propio vicio”. Exacto.


No tenemos recambio gobernante válido mientras no se cambie este sistema pendular, y no hay cambio de sistema posible mientras acaparen peligrosamente tanto poder. Es legal, pero no es legítimo ni democrático.


Repasando la historia moderna de nuestro país desde la segunda mitad del siglo XIX y el derrocamiento de la monarquía isabelina, situados a gran distancia del resto mundial, somos un país en saldos y autoesclavizado. Principalmente desde la segunda década, cuando por calderilla y cacicadas familiares vendieron los derechos de explotación minera (cobre, plomo, mercurio, hierro y wolframio) al capital privado y a la banca europea.


Repasando los tristes episodios de guerras civiles posteriores, el más cruento, y esta vez con la complicidad de la Iglesia Católica, se dio en la tercera década del siglo XX, en la que también aportaron armas y dolor ese mismo agradecido capital extranjero. Por ello, hoy redoblamos nuestra doble condición de ser un país bélica y económicamente colonizado, sin olvidar que a muy corto plazo también lo estaremos culturalmente.


Esta introducción retrospectiva nos reafirma como un país hipotecado por el diseño e intereses de oligarquías multinacionales y sumiso como nadie a una agenda globalista con su máxima: “No tendrás nada pero serás feliz”. Su alcance operativo, a diferencia del resto de países de la Unión Europea, no se limita solo a los ciudadanos, sino también a toda la nación y bienes comunitarios: montes, agua y tierras de cultivo. Al ser todos los partidos los mayores valedores de la Agenda 2030, quedan fuera sus electos (no por el pueblo) que hoy ocupan todo el arco parlamentario.


A pesar de la apatía ciudadana acomodada en su zona de confort, ante el trágico suceso de Valencia y la inacción institucional, el pueblo ha reaccionado haciendo nacer una iniciativa popular de amplio espectro sociopolítico bajo el lema: “SOLO EL PUEBLO SALVA AL PUEBLO”.


El pueblo español, el campo español y el sector primario del país se sienten ahogados por una clase política toda unida en torno a una agenda externa, hundida por la deuda eterna y la corrupción atomizada en 17 cafeteras autonómicas, más dadas al amiguismo y a devorar a impuestos a las clases productivas que a solucionar nuestro día a día. El balance costo/resultado de su gestión es desde pésimo hasta negativo, cuando incluso son capaces de hacer negocio con el dolor y la enfermedad de sus ciudadanos, superando a los buitres que se ceban con el animal herido.


La creciente brecha socioeconómica y el distanciamiento entre la clase política y la ciudadanía han creado una gran bipolarización entre globalistas gobernantes (izquierda y derecha ya no existen) y sus afines, por una parte, y por otra, el resto que no ha elegido esa agenda. Una agenda ajena y diseñada para la pretendida transformación de nuestra condición humana natural, hasta la desaparición como pueblo de pueblos por pérdida de la propiedad originaria de los montes comunales, manantiales acuíferos y hasta los campos privados. Todo ello a costa de obligar a adherirnos a algo tan impersonal, erosivo y enemigo de lo natural como es el mercado.


Hoy tenemos un gran dilema existencial de índole electoral: ser o no ser, al tener que dilucidar entre las dos únicas opciones relacionales: o ellos con nosotros o nosotros sin ellos. Queda sobradamente descartada la primera, en razón al irreparable rastro de desigualdad e irresponsabilidad política que han dejado en hechos por acción e inacción tan solo en este siglo XXI. Indolentes como el que más ante el hecho de millones de jóvenes nativos sin poder crear hogar y miles de familias nativas en precariedad habitacional, derivando en pobreza infantil y pérdida de salud, a causa de favorecer la usura inmobiliaria multinacional de su casta.


Hace tan solo medio siglo, y sin opciones de elección, soñábamos que algún día podríamos elegir para gobernarnos a partidos políticos con líderes de mentalidad y moral democráticas. De aquella ingenua utopía, ¿cómo pensar que llegaríamos a este quebranto democrático de hoy? Remontamos. ¿Por qué nos parece utopía que se cambie la ley electoral y solo podamos elegir a personas no adscritas a partidos políticos y con la garantía que ofrece un referéndum revocatorio en cualquier fecha? Su apuesta de fracaso es que, sin mayor exigencia de cualificación moral y técnica, cualquier analfabeto puede apuntarse a una lista y acabar en el Congreso o de eurodiputado, aforado ante la ley y cobrando mucho más que un médico, maestro, arquitecto o ingeniero. El fracaso democrático, debido a este agravio comparativo y fraude cívico, se hace inevitable.


También se lo han ganado a pulso y han hecho inevitable que, por hartazgo ciudadano, naciera la iniciativa popular: “Constitución del Autogobierno”, con el objetivo a medio plazo de vaciar las instituciones de esos cargos que no los ha elegido más que su partido. Tendríamos ayuntamientos gestionados por técnicos y profesionales no políticos y suficientemente cualificados para dispensar servicios y funciones en autogestión pública y autodisciplina. Sería suficiente… y esto no es nuevo.


Por delante, y en décadas, tenemos una lenta pero firme tarea de civismo democrático. Crear conciencia desde ya, entre los pocos dispuestos a abandonar su zona de confort y comprometerse en la regeneración.


Tarea cívica y objetivo imprescindible, desde la premisa de que no fracasa quien no lo logra, sino quien no lo intenta. Legado de trabajo obligado para alivio de las futuras generaciones, pues sería injusto que tengan que heredar nuestras frustraciones y solventar los desmanes políticos partiendo de cero. ¿Seremos capaces de intentarlo?


Los adultos estamos más necesitados de reparación espiritual, ya que los niños cuentan con la defensa del pudor y la inocencia. Esa “cápsula in vitro” que todos los humanos llevamos incrustada en la mente aún duerme en los niños sin adoctrinar, pero los adultos la tenemos muy activada y, preferentemente desde ella, hacemos nacer las ideas que, una vez pasadas a hechos, hacen que el mundo y las relaciones humanas, y con el resto de criaturas, estén de una manera u otra… ¿cómo lo ves?


Todo lo que existe y vemos, alguna vez fue solo una idea. Vivamos con la esperanza de que esas herramientas de control y mentira que disponen quienes nos gobiernan, generando hechos de dolor como los que hoy prevalecen, tienen fecha de caducidad, así como las ideas que los generaron. El poder de adelantar o retrasar esa fecha está en manos de la mayoría del pueblo y no en las de esa élite minoritaria, que hasta el suelo que pisan es nuestro.


La humanidad global, dividida. ¿Qué mente no humana ideó partir en dos al pueblo europeo llevado a cabo por los partidos?... Gana quien divide.


¿Seremos capaces de no seguir dando vida a esa muerte? Es la apuesta.

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Hoy quiero invitarlos a reflexionar sobre la relación entre la obra de George Orwell, titulada “1984” y su relación con nuestro presente puesto que, leer esa pieza hoy en día, es como asomarse a un espejo que refleja los desafíos más acuciantes de nuestra era. El autor, con una perspicacia asombrosa, anticipó muchas de las inquietudes que nos aquejan: la vigilancia constante, la manipulación de la información, la erosión de la privacidad y el peligro del pensamiento único.

Todo mi respeto va a los hermanos españoles que perdieron la vida, a los que perdieron a sus familiares y amigos, a los que perdieron casas, vehículos, cultivos y enseres diversos. ¡Fuerza y honor hermanos míos, estáis dando lecciones de superación! “Después de la tormenta viene la calma”. Esta expresión no surge de la nada, sólo existe porque alguien prestó atención a lo que pasa después de que pasan las aguas, sale el sol, el aire fresco, nuevos brotes de la tierra.

Para mí es de interés público contar con contenidos legibles que sean una contribución a la cultura, la información, el debate y el entretenimiento entre todos los españoles. No creo que la respuesta en este siglo digital sea el canal de televisión cerrado, es decir, el de pago. Es bien cierto que prácticamente todos los hogares cuentan con al menos un televisor, pero ese no es el único instrumento para ver contenidos de toda índole.

 
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