Aprovechando el eslogan de actualidad sobre salvar el planeta o el del reiterado cambio climático, la doctrina capitalista, a través de la acción mediática, crea conciencia de culpa en las gentes, al hacerlas responsables, a veces en exclusiva, de la situación. El objetivo es ampararse tras una estrategia, producto de las circunstancias del momento, para que las grandes empresas amplíen el negocio, sin que al problema de fondo se aporten soluciones eficientes, aunque, de momento, sean escasas.
Siguiendo una de las consignas doctrinales recogidas en la agenda a seguir por los países fieles al sistema, la acción por el clima pasa a ser de obligado cumplimiento, quizás pensando en el progreso, para salvar a la humanidad, especialmente por la amenaza del calentamiento global. Si bien, al igual que el resto de las propuestas recogidas en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de la ONU, significan avances en todos los campos para la mejora de la existencia colectiva, la justicia y la paz, ha resultado que el beneficio existencial solo es para algunos, en cuanto a la justicia, se trata de una leyenda, y la paz ha quedado por los suelos con ocasión de la recuperación de la guerra en el escenario internacional.
Sin embargo, en lo que se refiere a la acción por el clima camina con cierta decisión, al menos para el negocio empresarial. A primera vista resulta que las principales beneficiadas son las empresas de los diferentes sectores que han ampliado sus dimensiones económicas significativamente.
Ciertamente los efectos de los nuevos negocios que emergen en relación con la acción por el clima han supuesto mejoras para las gentes, porque parece que respiran aire algo menos contaminado en algunas zonas, pero en cuanto a mejorar los efectos del cambio climático nada de nada, y lo del planeta muchos menos. Primero, porque siempre ha habido cambios climáticos y el presente no podía ser una excepción, salvo que se le ponga una cortina movediza al astro rey para frenar su rigor. Segundo, la salud del planeta ha ido a menos por la sobrexplotación de las riquezas naturales que realizan las distintas empresas capitalistas, los incendios intencionados, la deforestación sistemática y la contaminación provocada, más allá de los combustibles fósiles, al crearse nuevas formas de contaminar.
Por citar un par de ejemplos solamente, porque el campo de observación es demasiado amplio, de cómo contribuyen a resolver el problema del cambio climático las empresas capitalistas, el asunto ha quedado referenciado al negocio de las llamadas energías renovables y, como más visible a nivel de espectáculo de masas, con la automoción eléctrica, complementado con el destierro de los combustibles fósiles.
Aunque, momentáneamente han pinchado en la realización del proyecto, caso de la automoción, el futuro sigue siendo alentador, habida cuenta de que la marcha atrás ya no es posible y las ciudades de los países avanzados estrechan el cerco con prohibiciones —algunos las ven como chantajes puros y duros— para que la gente se entregue sin dilaciones a la compra de vehículos de conducción eléctrica pagando el desorbitado peaje de su adquisición o se vean abocados a prescindir del vehículo tradicional, so pena de incurrir en sanciones desproporcionadas.
En el caso de las energías renovables, se presentaba como un campo sin explotar hasta épocas recientes, con abiertas perspectivas de futuro en el que muchas empresas, creadas al efecto, han entrado de lleno —es algo parecido a aquella legendaria fiebre del oro—. Pese a que, alguna que otra ha patinado, por error de cálculo en el proyecto, el negocio también se muestra boyante. Prueba de ello es que la electricidad se cotiza a buen precio, aunque para despistar se juega a eso del horario para tratar de que los afectados hagan economías.
Sería conveniente cambiar de dirección publicitaria, hasta ahora dirigida a justificar el negocio montado por algunas multinacionales, y darle la vuelta. Dejando constancia de que, en el supuesto de estar ante un cambio climático verdaderamente excepcional, y no simplemente natural, los culpables no serían solo las gentes, sino fundamentalmente las grandes empresas capitalistas que, si ven perspectivas de negocio, se llevan por delante hasta el clima, si pueden o se lo permite.
|