Alfalfar. En una nave industrial un niño flota sobre el agua que penetra por todas partes. Catarroja. Una mujer se salva de la riada agarrándose con toda su vida a una sábana anudada. Picanya. Decenas de coches yacen torcidos y peleados entre sí en posturas imposibles. Entre las chapas no cabe ni un alfiler. La crecida del barranco de Picanya se ha llevado la vida de muchas casas. Se ven trozos de paredes que fueron blancas. Restos de fachadas que fueron amarillas o rojas. Valencia. Cientos de voluntarios caminan sobre los puentes portando cepillos como soldados en guerra. No sé cuántos mundos tendremos que destruir para que un niño vuelva a flotar en una maleta en Alfalfar. Cuánto seguiremos contaminando para que una mujer se agarre a una sábana en Catarroja. Quizás la próxima no halla sábana blanca. Cuánta basura tenemos que seguir expulsando para que las casas no que queden sin vida en Picanya. Cuánto humo echaremos a la atmósfera hasta que nos demos cuenta de que no habrá más maletas ni sábanas blancas.
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