Nos llegan peticiones de ayuda a través de las redes sociales y de los medios de comunicación cada día. La gran mayoría de ellas está perfectamente justificada y argumentada. Algunas, las menos, no. El caso es que nuestra conciencia solidaria sufre un sobresalto constante y una sensación de incapacidad para atender a tantos problemas como nos rodean. Las dificultades surgidas a través de las guerras, las hambrunas, las catástrofes o la pobreza, nos bombardean a través de organizaciones no gubernamentales o asociaciones creadas a fin de subvenir todas estas situaciones. Últimamente estos esfuerzos se están centrando en la catástrofe provocada por la DANA en diversas partes de España. La buena voluntad de los españoles, ha cuajado en infinidad de iniciativas de todo tipo. Además del maravilloso esfuerzo de los voluntarios, grupos de personas anónimas han recogido alimentos y enseres y los han llevado a las zonas más dañadas. El resultado es que, finalmente, han tenido que comunicarnos que no enviemos más alimentos dado que pueden estropearse. Ahora falta la labor de reconstrucción y prevención. Y esa corresponde al “papá estado”. Pero al mismo tiempo, en el resto de España siguen siendo necesarios los comedores sociales, Caritas, el Banco de Alimentos, la ayuda a los sin hogar y a los niños, las escuelas y los hospitales en el tercer mundo, los médicos y enfermeros solidarios, las Hermanitas de los Pobres, etc. Hace unos años tuve la oportunidad de dirigirme a las primeras autoridades de esta zona en un acto benéfico. Les decía entonces: “A ver si conseguimos de una vez por todas que la caridad deje paso a la justicia”. Que no sean necesarias estas actividades”.
Soy de la opinión de que los recursos del país obtenidos a través de los impuestos están muy mal administrados. Se gasta más en rehacer que en prevenir. Siempre actuamos a toro pasado. Seguimos repartiendo todo tipo de subvenciones, en lugar de dedicar esos fondos a crear viviendas y empleo. Parece ser que en estos días se están debatiendo los presupuestos del próximo año. Si se profundiza un poco, se puede comprobar como los gastos de gestión son bastante elevados. Me malicio que hay muchos generales y pocos soldados. Demasiados políticos y pocos expertos. Demasiados proyectos y pocas realidades. Que se trata de mantener el escaño como sea y no del servicio público. Entre tanto, seguiremos tirando de cartera ante las necesidades que se nos presentan cada día y consiguiendo pan para hoy y hambre para mañana. Como decía mi abuelo: “menos manteles y más comida”. Gastamos toda la pólvora en salvas. Ya está bien de promesas y de “estamos en ello”.
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