Sr. Director:
“Fue soberana en el mandar, muy liberal, e en su justicia justa; en el juicio siempre proveída de muy alto consejo, sin el cual no se movía. Amiga de su casa, reparadora de sus criados, criadas y doncellas, muy concertada en sus fechos, celosa de su casa, dió de sí muy gran ejemplo de buena casada, que durante el tiempo de su matrimonio e reynar, nunca ovo en su Corte en quien pusiese el amor, sino ella del Rey, y el Rey della. Fue la más temida y acatada Reyna que nunca fue en el mundo”. Es el estilo y son las expresiones propias, pero fácilmente entendibles para el lector de hoy, del Cura de los Palacios. Es el único de los grandes cronistas que abarcó el reinado completo de la Reina Católica y, por lo tanto, fielmente aseverado en sus juicios y afirmaciones, quien testimonia la realidad de unos hechos comprobables.
“Temida” y “acatada” ante los desmanes de la nobleza y el fuerte ambiente de bandidaje e inseguridad que existían al comienzo de su reinado, pero luego amada de manera singular por el pueblo gracias al bien que ella hizo personalmente o que, de manera exigente, mandó hacer.
Quedan compendiados en el citado párrafo los diversos ámbitos de su vida: como mujer, como esposa, como madre y como reina. En todos estos aspectos sus actuaciones fueron ejemplares y en determinadas circunstancias hasta heroicas. No es, pues, extraño que tras su muerte ocurrida en Medina del Campo el 26 de noviembre de 1504 el pueblo reconozca la santidad de su vida y pida que la Iglesia lo haga pública y oficialmente, salvando las nefastas y tendenciosas añagazas políticas de los que han pretendido enturbiar el proceso de canonización.
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