Terminó la guerra de España; muchos católicos fueron asesinados por odio a la religión. Pero Satanás y sus esbirros fueron vencidos. Satanás, astuto y taimado, padre de la mentira, vio que con la violencia no conseguía su propósito de terminar con la Iglesia Católica; lo que hacía eran mártires, y lo que quería hacer era apóstatas. Por tanto, cambió sus planes: tendría que infiltrarse en la Iglesia, pues desde dentro sería más fácil. Su programa a largo plazo era el siguiente: "Que el sacerdote perdiese su identidad y envilecer a la mujer".
En su objetivo no interviene el varón, solo la mujer. En mi juventud, la mujer era la "reina de la sociedad", siempre era la primera en todo. Pasaron los años, y aquel plan diabólico dio su fruto. Se estableció una nueva sociedad y una nueva Iglesia, y todo se derrumbó. La mujer se envileció y el sacerdote se mundanizó. Lo sagrado, salvo un resto, desapareció. El plan dio el fruto que proponía.
Veamos la situación actual: se ha establecido una sociedad pagana, con un libertinaje alucinante. Esto ya no da más de sí. Por eso se entiende que en España y Europa no haya mártires, pues ya son apóstatas. Ahora Satanás actúa en África, donde sorprendentemente, a pesar de tantos mártires y persecuciones, aumentan las vocaciones sacerdotales y religiosas.
A la vista de esta situación, como no se ve ninguna señal de que esto vaya a cambiar, el mundo occidental va a terminar en manos de los musulmanes. Pero, a pesar de la gravedad que atravesamos, yo espero que la Santísima Virgen sane a las mujeres enfermas de esta epidemia. Pues ellas, como fue al principio, acompañarán a la Santísima Virgen al pie de la cruz, pero con la certeza de su resurrección. Y Cristo, una vez resucitado, ya vivirá para siempre, acompañado de los que fueron fieles.
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