A principios de este año, la periodista italiana-marroquí Anna Mahjar-Barducci, publicó una nota en un medio israelí con motivo de la vista a Jerusalén del recientemente electo presidente argentino Javier Milei. La lucidez del texto propone pensar una nueva lógica internacional que comienza a presentar de manera expuesta algunas narrativas de corte religioso. De este modo, el misticismo del discurso de Milei (“las fuerzas del cielo”) podría funcionar como un contrapeso a los delirios místico-políticos del estratega ruso Alexander Dugin. La escritora, en su ironía, quizás pensando en la famosa obra de Friedrich Engels, lo llamó el “Anti-Dugin”.
El juego narrativo es obvio. Recordemos que en el siglo XIX el filósofo y economista alemán Karl Duhring, en oposición a Karl Marx, intentó una crítica al capitalismo proponiendo un socialismo utópico vitalista que tuviese como eje el exterminio de pueblo judío. Cosa que, en alguna medida, como sabemos el fascismo posterior terminó por concretar de manera trágica durante el régimen nazi. No obstante, Engels retrató una apología de sus ideas en la obra que se conoce como “El anti-Duhring”, quizás la mejor exposición sistemática de las concepciones originarias marxistas.
Casi un siglo después, ya ahogadas las ideologías fascistas, para finales del siglo XX cae el Muro de Berlín dando ahora un golpe de muerte a las antiguas concepciones de izquierda. Por consiguiente, las ideas liberales, con ciertas legitimaciones divinas, triunfaban sobre las aventuras socialistas ateas. Con el derrumbe del bloque soviético, según Francis Fukuyama, se finalizaba la historia dialéctica hegeliana y el nuevo mapa se constituía en una coalición unipolar liberal. El imperio estadounidense judeocristiano y sus aliados, bajo la premisa de la “guerra preventiva”, tomaron el control total del mundo, sea por la fuerza militar o por el goce del consumo: el bautismo de fuego fue el “choque civilizatorio” en la Primera Guerra del Golfo. El Dios occidental contra Alá. Esto lo denuncia muy bien la obra de Tony Negri y Michael Hardt, “Imperio”, aparecida para esos años.
Sin embargo, la balanza comenzó a cambiar con el atentado del 11 de septiembre del 2001 cuando el Islam se declaró el enemigo que disputaba esa univisión planetaria. Pero esto estuvo lejos de lograr un equilibrio de fuerzas. La emergencia silenciosa de China, Rusia e Irán, especialmente a partir de la “Primavera árabe” estando detrás de la guerra en Siria comenzaron a competir por esa unipolaridad liberal a partir de una posible multipolaridad con tintes antidemocráticos y con justificaciones sagradas. De tal manera que esta supuesta proporción de poderes parece hoy pretender trasladarse a Oriente. La presente situación en Ucrania es algo más que una simple conflagración por territorios locales, es un litigio sobre el control absoluto del globo.
Dugin, el asesor de Vladimir Putin, un fanático religioso de ultraderecha quien no disimula sus contactos con el ocultismo, divulga en 1997 su peligroso libro -tan peligroso como lo fue en su tiempo la obra de Duhring-, “Fundamentos de geopolítica”. Ahí propone un plan estratégico, dirigido, según él, por fuerzas sobrenaturales (se revierte el materialismo secular por un espiritualismo dialéctico) las cuales en esta tierra las encabeza la Madre Rusia, para tomar Ucrania, Finlandia, Georgia y los países que compusieron la ex Unión Soviética. Creando de ese modo un único continente euroasiático. Desestructurando a la Unión Europea y a los Estados Unidos. Alentando socialismos de corte fascista antisemita en el mal llamado Sur Global (América Latina, especialmente la ideología peronista argentina) para desestabilizar al mundo, con el propósito que Rusia sea su amo. Asimismo, utilizar la liga islámica para destruir Israel, alterar el orden del África subsahariana y producir migraciones en masa a Europa para perforar su cultura desde sus entrañas (cualquier similitud con la realidad actual no parece ser casualidad).
En América Latina, sabemos que los populismos han devastado la región (como pasó en Argentina, Ecuador y Venezuela; actualmente algo parecido está sucediendo con Brasil), pero los vientos epocales están rotando. El triunfo del libertario Milei está funcionando, según la escritora Mahjar-Barducci, como un “anti-Dugin”. Mientras que las intenciones geopolíticas están intentando alterar el polo de poder hacia el naciente, Milei propone inesperadamente desde la argentina revertir esto, no solo combatiendo a los populismos latinoamericanos, sino reavivando la conciencia de que hay que volver a una unipolaridad occidental con Estados Unidos, la Unión Europea e Israel para recuperar el orden mundial anterior al 11-S y así evitar tanto el avance de bloque Euroasiático como el de la Liga árabe.
Con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y las expectativas sobre el futuro de la guerra en Europa del Este, sumado a las ambiciones del Kremlin, nos convoca a estar atentos a cómo se irán desenvolviendo los acontecimientos. ¿De qué lugar del campo de juego caerá la pelota de la hegemonía? No lo sabemos. De momento habrá que estar atentos y ver que nos deparará el futuro cercano.
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