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A principios de este año, la periodista italiana-marroquí Anna Mahjar-Barducci, publicó una nota en un medio israelí con motivo de la vista a Jerusalén del recientemente electo presidente argentino Javier Milei. La lucidez del texto propone pensar una nueva lógica internacional que comienza a presentar de manera expuesta algunas narrativas de corte religioso.
Pausada, progresiva, suave y continuamente Europa está siendo ocupada por musulmanes. El Islamismo se extiende por todos los estados europeos y va alcanzando, poco a poco, mayor poder en las instituciones de gobierno de los países occidentales. Antes de proseguir deseo aclarar que no es lo mismo Islam que Islamismo. Con la palabra Islam, se expresa el deseo de sometimiento a la voluntad de Dios (Alá), Islamismo, en cambio, es la vida y actuación política de los musulmanes.
El Islam, la religión predicada por Mahoma (570 La Meca – 632 Medina) significa sumisión a Alá, y un musulmán es literalmente “uno que se entrega o somete a Dios”. La más joven de las grandes religiones tiene cada vez más adeptos, y constituye, después del cristianismo, la religión más numerosa.
La quema de ejemplares del Corán en Suecia ha generado un profundo malestar y manifestaciones en los países islámicos. Ante esta realidad, el Gobierno y las autoridades suecas no saben qué hacer. Están atados de manos a la distorsionada «libertad de expresión» que reina en el país nórdico. La libertad de expresión está consagrada en la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Nunca se debe de generalizar, y menos aun cuando se trate de religiones, por eso no podemos decir que los católicos son buenos o malos, ni que los protestantes, en sus diversas manifestaciones y sectas lo son, como tampoco que los islamistas son fanáticos o intransigentes.
Hoy, como si se tratara de una serie de Netflix, pero con el método de Movistar, día a día nos presentan “Afganistán libre contra los Talibán”.
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