Nunca se debe de generalizar, y menos aun cuando se trate de religiones, por eso no podemos decir que los católicos son buenos o malos, ni que los protestantes, en sus diversas manifestaciones y sectas lo son, como tampoco que los islamistas son fanáticos o intransigentes. ¡Claro que los hay! Al igual que en todas las manifestaciones del comportamiento de los seres humanos que portamos en nuestro espíritu el germen del bien y del mal, de forma tal que somos capaces de realizar los mayores y más grandes sacrificios desinteresadamente, así como llevar a cabo la más abyecta y perniciosa de las acciones, como pueden ser el aborto o los asesinatos. Casi continuamente oímos actos heroicos o de desprendimiento de egoísmo, como de perversas acciones que nos estremecen y hacen sentir horror. La situación que vamos a comentar es de las que nos llenan de estupor por la poca importancia del hecho y la magnitud de su castigo. En Irán, la antigua Persia, funciona la llamada “Gasht-e-Ershad”, que podemos traducir al Español, quizá con un poco de libertad, como “la policía de la moral”. Es la encargada de que tanto los hombres y mujeres marchen por la calle vestidos de forma pudibunda. Nada de ropas ceñidas, tanto los hombres, cuanto las mujeres, ni que estas vayan ligeras de ropa además de con la cabeza totalmente cubierta desde el momento de su pubertad. En las escuelas, las mujeres tienen que usar el hiyab desde los siete años, aunque no necesariamente tengan que hacerlo en la calle. El hiyab es un velo que cubre la cabeza y el pecho que las mujeres musulmanas usan en presencia de personas que no sean de su familia inmediata. Una joven kurda, Masha Amini, de 22 años del oeste de Irán que el 14 de septiembre pasado viajaba junto a su familia rumbo a Teherán, fue detenida por la policía de la moral del régimen. ¿La razón? Los policías alegaron que llevaba mal puesto el velo y que, además, vestía unos pantalones demasiado apretados. La golpearon contra el vehículo policial y después se la llevaron. Razón para su detención que la conduciría a “clases de reeducación islámica”, obligatorias para los que se desvían de las normas morales establecidas. Ese mismo día entró en coma por los golpes que le dieron. Dos días después, o sea el 16, falleció en un hospital por los malos tratos y agresiones recibidos.
Hay países islámicos en los que se practica, sin posibilidad de alguna desviación, la sharía o camino del islam (hacia la salvación), que podemos resumir como normas que rigen el código de conducta de sus ciudadanos. Es la base del derecho islámico. Entre estos países encontramos Irán, Libia, Egipto, Siria que la tienen como fuente de su ley, en la que también se manda que a los ladrones les corten la mano para que no tengan posibilidad de delinquir, entre ellos Arabia Saudí y el Estado Islámico (ISIS).
Lo llamativo del caso es que en Irán las mujeres gozaban de una libertad que no se daba en otros países musulmanes, que fue cercenada con el advenimiento del ayatolá Ruhollah Jomeini que destronó a Mohammad Reza Pehlevi. Vestían al estilo occidental. La periodista y poetisa Afgana Nadia Anjuman, impulsora de los derechos de las mujeres con la creación de círculos de lectura en contra del régimen de su país, publicó en 2005, mientras vivía, el libro Gol-e-dudi. La asesinaron a golpes su esposo y la familia de él. Suyo es el siguiente poema:
No tengo ganas de abrir la boca ¿Qué debo cantar? Yo, odiada por la vida, No hay diferencia entre cantar y no cantar. ¿Por qué debo hablar de la dulzura Cuando siento tanta amargura? Oh, el festín del opresor Me tocó la boca. No tengo ni un compañero en esta vida ¿Para quién puedo ser dulce? No hay diferencia entre hablar, reír, Morir, ser. Yo con mi soledad agotada Con dolor y tristeza. Nací para nada. La boca se debe precintar. Oh, mi corazón, ya sabes que es primavera Y momento para celebrar. ¿Qué debo hacer con un ala atrapada, Que no me deja volar? He estado callada demasiado tiempo Pero nunca olvido la melodía, Porque cada momento cuchicheo Las canciones de mi corazón Que me recuerdan el Día que voy a romper la jaula. Volar de esta soledad Y cantar con melancolía. No soy un débil álamo Que cualquier viento va a sacudir. Soy una mujer afgana, Así que sólo tiene sentido gemir.
Nadia Anjuman (Herat, 1980-2005).
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