Decía el gran patricio romano Séneca: “Largo es el camino de la enseñanza por medio de teorías; breve y eficaz por medio de ejemplos”.
Sin menospreciar en absoluto el que los alumnos deben hincar los codos sobre sus pupitres para enriquecer sus conocimientos por medio de los estudios básicos que proporciona la teoría, deberemos reconocer que cuando uno puede comprobar por sí mismo los efectos de todo aquello que se ha aprendido en las aulas, viendo como, experimentalmente, se pueden identificar los efectos de la aplicación de lo que se estudió, la posibilidad de que aquellos conocimientos adquiridos queden para siempre grabados en nuestra memoria sube exponencialmente.
Siempre se ha echado a faltar que, en la Universidad, en los tiempos en los que estudiábamos, no hubieran existido lo que hoy parece que cada día se va extendiendo más en casi todas las disciplinas, o sea, unas prácticas que a los alumnos les permitieran compaginar sus conocimientos teóricos que luego deberán poner en juego durante el ejercicio de su profesión que, desgraciadamente, quedaban relegados al método imperfecto del aprendizaje cuando, conseguida la licenciatura, se intentaba ejercer. En el caso de algunas licenciaturas, se concretaba en la pasantía que, sin duda alguna, no tenía comparación con lo que se hubiera podido aprender en las mismas universidades con unas prácticas dirigidas por los mismos catedráticos.
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