Pascal Bruckner es un reconocido crítico del multiculturalismo y un extraordinario filósofo y escritor, que destaca por su calidad literaria en sus ensayos. Nació en 1948 en París y es doctor en Letras por la Universidad París VII. Entre sus ensayos destaca Un instante eterno publicado en 2021. Ha sido galardonado con prestigiosos premios, entre ellos el Médicis de Ensayo. Su último libro publicado es Vivir en zapatillas con el subtítulo Sobre la renuncia al mundo en la actualidad. Bruckner analiza y critica el miedo a vivir, la falta de aspiraciones y el conformismo y pasividad, de una considerable parte de personas en el mundo actual. Es la sociedad de la diversión o el espectáculo en su máxima expresión, algo observable en la sociedad del siglo XXI. Se percibe en este ensayo, escrito de modo magistral, un análisis profundo de la mediocridad como forma de vida, algo que ya está prefigurado en lo que sucedía en los siglos XIX y XX y que está descrito en algunas novelas. Se puede pensar, por ejemplo, en la novela Oblómov de Iván Goncharov de 1859. El protagonista de este relato vive acostado la mayor parte del tiempo. Como escribe Bruckner “Oblómov es una descripción conmovedora de la imposibilidad de existir”. En efecto, la vida de este personaje no conoce las grandes alegrías y tampoco los grandes sufrimientos, ya que los ha evitado con su forma pasiva de existencia.
Actualmente, muchas personas en todo el mundo viven enclaustradas en su vivienda, que es una especie de microcosmos tecnológicamente equipado. Es una especie de confinamiento voluntario, pero la auténtica vida es todo lo contrario, ya que supone atrevimiento, lucha, sana ambición, deseos de mejorar, de ser y hacer más. Es entendible que Bruckner escriba que: “La vida es exceso, es dilapidación o no es vida”. No puedo estar más de acuerdo con este juicio. Parece que el sentimiento predominante es que estamos asistiendo en nuestro tiempo al fin del mundo. La convivencia está lastrada por el miedo al presente y sobre todo al futuro. En este sentido es revelador y clarificador lo que dice Pascal Bruckner “La vida pública ya no es el lugar del intercambio y el comercio humano, sino de la sospecha”. Es el apogeo del individualismo, pero si la sociabilidad está restringida, cada vez en mayor medida, se limita a los seres humanos que son animales sociales, como decía Aristóteles. En los países anglosajones lo que se observa es el triunfo del puritanismo y el aislamiento. Pero una vida sin contactos, sin conversaciones pierde intensidad. En los países latinos la vida en la calle y en las cafeterías o lugares públicos es vibrante y está repleta de palabras y sentimientos.
Así tiene que ser. Según Bruckner el hombre del futuro será el limitado por la realidad virtual, ya que existir será restar lo presencial de la vida digital.
Ciertamente, ante el presente condicionado por la excesiva contaminación, es necesario plantar millones de árboles en el mundo. El mismo Bruckner indica que es imprescindible aprender a renunciar a las energías fósiles, si no queremos acabar con el planeta. Como escribe este pensador francés “Pueblos, individuos, familias son ganados por el complejo del confeti: reducir al máximo el espacio que se ocupa encerrado cada uno en su nicho”.
En efecto, es una tendencia a no salir de la zona de confort, que se percibe en todas partes. Es la comodidad como regla de vida. Pero la existencia o tiene un cierto nivel de aventura y de riesgo o deja de ser vida. En la sociedad de las próximas décadas, una gran parte de la población no dispondrá de trabajo y vivirá hipnotizada por las pantallas, con un ingreso mínimo para poder vivir. Según Pascal Bruckner, los muy ricos trabajarán muchísimo tiempo cada día y los demás vivirán de ayudas económicas del Estado y estarán en el paro. Será una civilización dominada por la tecnología digital.
Una existencia que se desarrollará, en una especie de confinamiento autoimpuesto. Cada individuo o cada familia vivirá en su casa, piso o chalé o bunker. Es cierto que, como escribe Bruckner “Toda la tecnología contemporánea favorece la encarcelación bajo la apariencia de apertura”. Parece que todo se puede hacer en casa, en todos los sentidos y el mundo exterior permanece en un tercer término. Pero de esta forma se pierde lo esencial. Se vive en la era de la prisa y la fatiga existencial, ante una existencia que para muchos se repite a sí misma, de una manera monótona y rutinaria. Aumenta la percepción de que la vida de muchas personas es dispersa y superficial y esto es a lo que se reduce todo. Además, se nota que no se disfruta de una verdadera diversión, con todo lo que esto supone. Las experiencias de vida ordinarias son cada vez más superficiales y aburridas, porque faltan las ganas de realizar los sueños personales, de perseguirlos a toda costa, ya que de este modo seremos realmente felices. La felicidad no se logra con el consumismo.
|