Cuando uno lleva más de 40 años de autónomo, podría escribir miles de libros sobre las diferentes formas que uno puede perder a un cliente. Podría llenar cualquier biblioteca de manuales sobre anécdotas simpáticas, desagradables, curiosas, tristes, aleccionadoras, etc., sobre cómo salir airoso de situaciones embarazosas. Podría escribir millones de libros de autoayuda especialmente dedicado a autónomos primerizos. Podría dar conferencias sobre los errores y aciertos con los clientes. Ser autónomo de más de 40 años es haber realizado un doctorado. Lo cual capacita para dar másteres sobre los sacrificios que se han de realizar por los clientes y desengaños a los que uno se ha de someter a lo largo de los años si no quiere cerrar la persiana. Cuando uno lleva al frente de una puerta abierta tanto tiempo, termina por incrustarse en el ADN una forma de ser y de estar. Una forma de sonreír, de pasar la llana, de hacer la vista gorda… Con el tiempo, a un autónomo de largo recorrido incluso se le forma una manera de caminar característica. Como los que somos autónomos siempre vamos con un pie en la cuerda floja y el otro en la ruina, solemos caminar como si tuviéramos un trastorno gastrointestinal. Al no saber si se llegará al final de mes, la afección es más acentuada al principio. En ocasiones puede causar estreñimiento, nauseas, diarreas, gases y malestar abdominal. Existen varios tipos de molestias, tales como: colon irritable, isquémico, vírico, la idiopática, la ulcerosa y la poliposa. Para dar ánimos a los futuros autónomos, diré que estos síntomas solo se tienen los primeros 40 años, después uno va mejor…
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