La Navidad es, tradicionalmente, un momento para la práctica religiosa con un sentido muy entrañable, que no es un sentimentalismo infantil. También y como consecuencia de celebrar el Nacimiento de Jesucristo, es una época en que se estrechan lazos familiares, surgen buenos deseos, se potencia la solidaridad y la generosidad.
Todos esos sentimientos o reacciones tienen un foco muy claro ahora: la zona DANA, el casi millón de personas afectadas por unas inundaciones devastadoras el pasado 29 de octubre. Hubo una ejemplar reacción del voluntariado en toda España, con imágenes que – a mí al menos – me siguen conmoviendo y me transmiten la convicción optimista de que hay millones de personas con gran corazón, aunque la vileza la han mostrado muchas autoridades y cientos de salteadores de centros comerciales y viviendas.
Que la Navidad sea ocasión de alegría y servicio, y no nos quede un resabio de culpabilidad por ser comodones o egoístas.
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