A la hora de analizar la situación actual de nuestra sociedad no se puede obviar la presencia de diversas ideologías, que influyen notablemente en el desarrollo de la vida diaria de todos, tales como el relativismo, el individualismo, el consumismo y el emotivismo, y que requieren una consideración aparte.
La principal y primera premisa, de esta mejora, es considerar que “mejorar nuestra sociedad presupone que mejoren las personas”, por ello, lo normal sería ocuparnos en profundizar en nuestro proceso de crecimiento personal, es decir, en la búsqueda del desarrollo equilibrado de todas las dimensiones del ser humano, de acuerdo con principios sólidos, lo que empieza por el conocimiento propio y que ha de llevarnos a descubrir el sentido profundo de nuestra vida.
En esta tarea valdría la pena considerar el papel destacado de la mujer en la renovación de la sociedad, dado que la mujer es el centro de la familia y ésta de la sociedad, lo que hace pensar en la mujer como un “agente de cambio” para lograr un desarrollo más productivo y humano en los distintos ambientes profesionales. Hay que reivindicar el “genio femenino” que empieza por reconocer y explotar las cualidades propias de la mujer, como la mayor intuición, la mayor capacidad de colaboración, la mayor generosidad, el mayor desprendimiento, (...). Para que la influencia de la mujer sea posible, se necesita que la mujer y la sociedad reconozcan la grandeza de la maternidad, por los valores intrínsecos que ésta conlleva. La mujer está llamada a generar personas deseosas de alcanzar un desarrollo personal y social en plenitud, negar esta realidad es negar a la mujer misma. Solo si la mujer tiene claras sus prioridades podrá lograr ese equilibrio entre su vida personal y familiar y profesional y social, y logrará impulsar esa deseada mejoría de la sociedad. La mejor tarea de la mujer debería ser sacar adelante su familia.
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