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El Juego del Calamar 2.0

En nuestra versión, no hay premio para el ganador, porque la mayor pérdida es colectiva: la posibilidad de un sistema más justo, más humano, más nuestro
Alberto Fandos
jueves, 2 de enero de 2025, 11:19 h (CET)

La vida hecha juego. Otra vez. Como si el tiempo no hubiera pasado, pero con nuevos retos, reglas y trampas. Hace tres años reflexioné sobre el paralelismo entre El Juego del Calamar y la situación político-social en España. Ahora, con el estreno de la segunda temporada de esta distopía televisiva, toca revisar si algo ha cambiado. Spoiler: todo sigue igual. La serie, al igual que nuestra realidad, parece condenada a repetirse.


Avaricia. La avaricia no pasa de moda. Si en 2021 hablábamos del Rey Emérito y de los casos de corrupción, en 2024 el guión apenas se retoca. La nueva trama incluye a altos cargos señalados por malversación y enriquecimiento ilícito. El Caso Koldo con la compra de mascarillas en tiempos de pandemia cuando la gente moría y otras adjudicaciones, además de 16,5 millones de euros en comisiones y cobros ilegales. El hermano de Ayuso también sacó partido de la crisis sanitaria, entretanto su novio defraudaba unos 350.000 euros. O la primera dama española investigada por delitos de corrupción en los negocios, tráfico de influencias, intrusismo profesional y apropiación indebida. Sin olvidar al hermano del presidente. Bendita presunción de inocencia y malditas fake news pero, cuando el río suena… ya sabes. Yo me lavo las manos.


Aunque, como en el juego, las reglas no son iguales para todos. Tú notando el peso de la inflación en cada paso que das; y otros refugiándose en paraísos fiscales. El 90% de los españoles cree(mos) que la corrupción persiste como uno de los mayores problemas del país, por cierto. Así lo dice el barómetro de la Comisión Europea. Pero da igual. Los jugadores de abajo siguen empujándose para salir de las arenas movedizas, mientras los de arriba manejan las palancas.


Empatía. La de Mazón con los valencianos por la inacción en la DANA. Todavía no sabemos dónde comió ese día. Lo que sí sabemos es que ocultarlo ha sido su única preocupación. Coordinar una respuesta eficaz para, al menos, minimizar la desgracia, sería demasiado fácil. Todo sea porque la trama sea más interesante. O la de Errejón, el hombre de la máscara del feminismo. El río sigue sonando. Pero también es cierto que, muchas veces, la empatía es la primera víctima de la desinformación. La percepción más positiva puede ser demolida con un rumor bien dirigido, aun siendo desmentido judicialmente. En un tablero donde prima la soberbia y las excusas sustituyen a las explicaciones, poco se puede esperar, pero la empatía, aún en peligro de extinción, sigue ahí. Si tienes la suerte de encontrarla, abrázala y no la sueltes.


Oportunidades. Aquí el juego se vuelve más duro. Vivienda. Más del 65% de los jóvenes españoles de entre 18 y 34 años residen en el hogar familiar, 13 puntos más que en 2008 y 16 puntos por encima de la media de la Unión Europea, según el informe ‘España no es país para jóvenes’. El propio nombre ya lo dice todo. Asimismo, lideramos la tasa de paro juvenil europea. Un 26,6% en España, el doble que la media mundial que determina la Organización Internacional del Trabajo. Pero también existe una falta de oportunidad como país con uno de cada cinco jóvenes que, directamente, ni estudian ni trabajan. Todo hay que decirlo. ¿No sabe a qué dedicarse? Aprenda usted un oficio y aporte valor hasta que encuentre su camino. Eso sí, la edad de jubilación sube. Relevo generacional, escaso. Pero sí, para muchos, la primera oportunidad nunca llega, y la segunda ni se contempla.


Estrategia. Como en la serie, todo parece un juego de supervivencia. Pero cuidado con subestimar y con sobrestimar. Las decisiones políticas, al igual que las de los jugadores, se basan en el corto plazo. Los problemas estructurales —sanidad, educación, pensiones— se parchean sin atender a sus raíces. Y mientras, en el tablero global, los grandes jugadores como Europa, Rusia, China y Estados Unidos mueven sus piezas en un clima de incertidumbre económica y tensión geopolítica. Todo está calculado, pero no para el bienestar común, sino para ganar la partida a toda costa. La unión hace la fuerza. Las cosas como son.


Aunque las caras cambian, las dinámicas se mantienen. Como en El Juego del Calamar, no se trata de sobrevivir solo una vez, sino de aprender a lidiar con una competición infinita. En nuestra versión del juego, no hay premio para el ganador, porque la mayor pérdida es colectiva: la posibilidad de un sistema más justo, más humano, más nuestro. La vida hecha juego 2.0.

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