Yo creía (torpe de mí) que en pleno año 2025 los rectores de una televisión pública observarían escrupulosamente las normas más esenciales de educación cívica y el respeto exigible para las creencias religiosas de todo el mundo. Pero he comprobado que no es así.
Afortunadamente no he sido testigo presencial de las gracietas anticristianas con las que TVE obsequió a los espectadores la noche de fin de año. No obstante, he leído lo suficiente para estar al tanto de la bajeza de sus intérpretes y sus mensajes.
Ojalá me equivoque, pero esta situación me huele muy mal. Porque, como nacido en Peñarroya-Pueblonuevo, me vienen a la memoria los cobardes asesinatos acaecidos en 1936, por parte de los militantes del Frente Popular, a personas honradas por el solo hecho de ir a misa o ser devotas del Corazón de Jesús.
Confío, sin embargo, en que, por quien está obligado a ello, se tomen las medidas necesarias para tener la fiesta en paz y para que TVE no hiera la sensibilidad de ningún español por sus creencias.
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