Una señora con andador quiere pagar la compra que lleva en el carro. Yo estoy detrás de ella. Observo que tiene párkinson porque le tiemblan las manos, por eso le cuesta escoger las monedas de su estropeado monedero. De rostro venerable, manos arrugadas, falda raída de color negro y chaqueta azul de parecido estilo. Avanza con pasos titubeantes y va muy encorvada. La cajera procede de Latinoamérica. Es de complexión fuerte, mirada penetrante y pelo largo recogido con una goma. Por la cercanía, me percato de que está tratando de tú a la anciana. Con voz baja, le hago saber a la cajera que es de mala educación tratar de tú a las personas mayores. Ella me contesta que no lo hizo. Yo le insisto, argumentando en que quizás no se haya dado cuenta, pero que lo hizo. De forma airada, ella sigue negándose a admitirlo. Entonces, cambia de estrategia y me dice que hay gente que no quiere que la traten de usted porque le hace mayor. Yo le digo que eso es verdad, pero que de ser cierto en esta ocasión, hubiese utilizado ese buen argumento desde el principio. Lo cual demuestra que no se dio en este caso. La chica me fusila con los ojos y con morros, me cobró e inició el paseíllo al estilo “toreri". Si esa señora hubiera sido la reina, jamás se le hubiera ocurrido a la cajera tratarla de tú ¿O sí? Pero era una anciana, con parkinson y aparentemente pobre. Por eso la trató de tú. ¡Esta es la sociedad en la que vivimos!
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