Sr. Director:
Recortar libertades no es el camino indicado para evitar disensiones que acaban por producirse; ese es el camino conducente hacia una dictadura, ya sea en el ámbito político, social, educativo, laboral o económico.
El que determinadas actitudes no sean del agrado de quien ejercita el poder ha de llevar a éste, primeramente, a un análisis de su licitud y, en segundo lugar, a examinar su origen y a no contrarrestar esas manifestaciones con actuaciones que lesionen el justo y recto proceder.
La DIGNIDAD HUMANA es inviolable por derecho natural y, ante hechos que conducen a una grave amenaza para el futuro de la humanidad, es un deber elevar un clamor en favor de la defensa de esa dignidad personal “cualesquiera que sean sus cualidades físicas, psíquicas, culturales, sociales y religiosas”.
Al poder político le corresponde “no solo protegerla, sino también garantizar las condiciones necesarias para que florezca en la promoción integral de la persona humana: «En la actividad política hay que recordar que “más allá de toda apariencia, cada uno es inmensamente sagrado y merece nuestro cariño y nuestra entrega”». Y aquí no caben distinciones partidistas que favorezcan a unos y maltraten a otros: ante el Estado todos somos ciudadanos con igualdad de derechos y de deberes, y los que ostentan el poder son los más significativos para manifestar la ejemplaridad.
(Los párrafos entrecomillados están extraídos de la Declaración DIGNITAS INFINITA. Sobre la dignidad humana. Dicasterio para la Doctrina de la Fe).
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