En un país donde el índice de desempleo se reduce, pero los sueldos siguen sin dar para vivir, cada vez más trabajadores se ven obligados a tener dos empleos. No por ambición ni por elección, sino por pura supervivencia. La paradoja es insultante, el mercado laboral presume de más oportunidades, pero la realidad es que esas oportunidades vienen con salarios que no permiten cubrir lo básico.
Lo que debería ser una excepción se ha convertido en norma. Cientos de miles de personas trabajan largas jornadas, en diferentes empleos, sacrificando su descanso y su tiempo libre, solo para poder pagar el alquiler y las facturas. Sin embargo, en lugar de recibir un reconocimiento por su esfuerzo, se enfrentan a un castigo fiscal, Hacienda los penaliza por tener dos pagadores.
Muchos descubren esta trampa al hacer la declaración de la renta. Si tuvieran un solo empleo con un sueldo digno, pagarían sus impuestos de manera proporcional a su salario, pero al tener dos trabajos con sueldos mediocres, el sistema los trata como si fueran privilegiados con ingresos elevados y les obliga a pagar más impuestos que alguien que, con el mismo ingreso total, solo tiene un empleador.
Las empresas se benefician al ofrecer sueldos bajos y contratos parciales, que evitan pagar cargas sociales más altas. El estado se beneficia al recaudar más impuestos, de quienes no tienen otra opción que pluriemplearse. Y los trabajadores, ¿Qué ganan? Estrés, agotamiento y la sensación de que, por más que trabajen, siempre están perdiendo. Esto no es normal ni sostenible. Un mercado laboral sano no se mide solo por la reducción del desempleo, sino por la calidad de los trabajos y los salarios que ofrecen. La solución no es que la gente tenga dos empleos, sino que tenga uno solo y bien remunerado. Un salario justo no es un lujo, es un derecho, hasta que eso se logre, el sistema seguirá castigando a los trabajadores mientras otros se enriquecen con su esfuerzo.
El gobierno presume de que el paro ha bajado, pero la realidad es bien distinta. No es que haya más empleo real, sino que han creado figuras como el contrato “fijo discontinuo”, una trampa estadística que maquilla los números sin resolver el problema de fondo. Un contrato fijo discontinuo significa, que el trabajador tiene un contrato estable sobre el papel, pero en la practica solo trabaja unos meses al año, cuando la empresa lo necesita. ¿Y el resto del tiempo? Se queda en casa, esperando a que lo llamen. Técnicamente, no está en el paro, porque sigue vinculado a la empresa, pero en la vida real está sin trabajar. El gobierno usa esta formula para reducir las cifras de desempleo, pero no soluciona nada. Porque el problema no es si un trabajador tiene o no contrato, sino, si este contrato le permite vivir dignamente.
Mientras los sueldos se estancan o incluso bajan en términos reales, los precios no dejan de subir, la vivienda es un lujo inalcanzable para muchos. La cesta de la compra es cada vez más cara. La electricidad, el gas y demás, todo cuesta mucho. Y aquí está la gran injusticia, los precios siguen subiendo, pero los sueldos no llevan el mismo ritmo, y lo que sube nunca vuelve a bajar.
No necesitamos más trucos estadísticos ni contratos maquillados y que todas las empresas, sin excepción, pongan el salario base estipulado, como mínimo. Necesitamos trabajos estables y salarios dignos. Un empleo debería garantizar que una persona pueda vivir, pagar sus facturas y tener una mínima calidad de vida, sin necesidad de encadenar dos o más trabajos. La economía real no se mide en datos manipulados, sino en la vida de la gente. Y hasta que los sueldos no suban al nivel de la realidad, seguiremos viendo a personas que trabajan como nunca y siguen sin llegar a fin de mes.
Esta es la verdadera realidad del trabajador. En el pasado se luchaba por los derechos laborales y gracias a ello se consiguió la jornada laboral de 8 horas, vacaciones pagadas, seguridad social, indemnizaciones … Pero ahora ni los sindicatos apoyan de verdad, están más preocupados por su propia burocracia, que por defender a los trabajadores. También se han instalado en la idea de que “es lo que hay”, pero tampoco existe el compañerismo para nada, antes íbamos todos a una y nadie se separaba de hacer fuerza, en pedir lo que era justo, algo que se está perdiendo en todos los aspectos, no tienen mentalidad de lucha, ni de unión entre todos.
|