“Te veo más como amigo” era la frase final que ninguno queríamos oír, que solía ir precedida de una retahíla de buenas sensaciones –“me lo paso muy bien contigo, me escuchas, nos reímos juntos…”– que se torcían cuando aparecía el inevitable “pero” que acababa culminando el rechazo. Y nos valía, más allá de que nos estuvieran dando calabazas, la manera en la que nos estaban diciendo que no saldrían con nosotros no era tajante y, de alguna manera, suavizaba el dolor y dejaba un argumento en el interior, una especie de mentira vital que nos calmaba: “te veo más como amigo”.
Aunque a todos nos gusta que nos suavicen las noticias cuando estas son negativas, no podemos olvidar que, entre el qué y el cómo, lo relevante es el hecho en sí; que este se diga de una manera más edulcorada solo es maquillaje de lo que sucede, un eufemismo de los muchos que estamos habituados a utilizar en nuestra cotidianidad. El mundo existe ajeno a nosotros, y los humanos, a través de las palabras, intentamos que estas se parezcan a la realidad, pero nunca son la realidad, nunca sustituyen a los acontecimientos, que son por el mero hecho de suceder. Que alguien diga “ha pasado a mejor vida” no hace que la muerte se detenga, simplemente lo nomina de una manera menos dolorosa.
El lenguaje tiene muchos recovecos, pero lo relevante, más allá de cómo se dice, es lo que se dice, el fondo sobre la forma, que es lo que debería permanecer e importar. A la palabra feminismo la han cargado de connotaciones negativas los de siempre para desprestigiar una lucha que solo pretende que todos seamos tratados de la misma manera, independientemente de cuál sea nuestro género. No hay más. La lucha solo busca la igualdad, a ver si nos enteramos de una vez por todas. El resto es no aceptar lo que te decimos por una cuestión de forma, palabrería, cháchara, excusas para no querer comprender realmente el significado del “te veo más como amigo”.
Y ya va siendo hora de captar que lo importante no es el género, que lo importante es algo a lo que deberíamos aspirar todos: igualdad. Y a pesar de que la definición sea clara: “feminismo: principios de igualdad de derechos entre la mujer y el hombre”, no tiene que ver con cómo lo llames. Es una lucha de todos y ha de regirse por ese único principio: igualdad. Y nosotros, los hombres, que nos hemos demorado en esta lucha, hemos de pasar, de una vez por todas, del ir demorado al ir de morado. Nos lo debemos. Se lo debemos. Igualdad.
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