Ha quedado claro, tras las tediosas intervenciones parlamentarias del tercer intento de investidura en lo que va de año, que a ningún partido político le interesaba la convocatoria de unas terceras elecciones.
El efectista (y efectivo) golpe de mano de Felipe González, que acabaría defenestrando la candidatura de Pedro Sánchez, no sólo ha evitado que se produjera un voto negativo a la candidatura de Mariano Rajoy (y por ende que gobernara el que, nos guste o no, fue el partido más votado el 26 de junio) sino que el ex secretario general de los socialistas hubiera caído en la tentación de formar un “gobierno Frankenstein”, formado de retales incompatibles con un sistema democrático coherente. La “abstención técnica” (un eufemismo de andar por casa, un “yo no quería” exculpatorio) ha sido la mejor fórmula encontrada por el PSOE para frenar esas temidas “terceras”, en las que era fácil prever una espectacular caída en la participación electoral, especialmente dentro de la izquierda, que anda más dividida que nunca: los antiguos votantes de la desaparecida Izquierda Unida no parecen haber aceptado de buen grado esa improvisada asimilación a Podemos, y los del PSOE se hallan más desencantados que nunca con el derrotero tomado con la última ejecutiva, que conllevó los peores resultados electorales de su historia. Y es que, el PSOE, por mucho que haya fingido arcadas por la “abstención técnica” de hoy, sabía perfectamente que al exponerse a las terceras elecciones corría el riesgo de ser víctima de aquel “sorpasso” por Podemos que no llegó a suceder en junio. Todo ello, unido a la ausencia de un candidato, significa que, sin duda, su mejor opción, por el momento, haya sido permitir que Rajoy formara Gobierno y que durante la legislatura se restañen las heridas abiertas en la formación socialista.
Por su parte, el partido que trata de liderar con mano de hierro Pablo Iglesias parece haber comenzado a tambalearse o, por lo menos, a mostrar un “equilibrio inestable”; precisamente porque ese mismo liderazgo resulta cada vez más cuestionado por personajillos que no se resignan a adoptar el papel de Pepito Grillo que aceptó en su día su ideólogo, Juan Carlos Monedero. Errejón, Rita Maestre, Tania Sánchez etc. no se ven bien en el papel de palmeros de Iglesias y aguardan su turno para tejer la verdadera conjura palaciega contra el jefe. Si no, al tiempo.
Ciudadanos y Rivera pueden estar muy satisfechos, ya que aquellos hipotéticos comicios les habrían hecho caer aún más que el 26 de junio, y ahora, con el pacto suscrito con el PP, van a tener un papel sustancial en la política gubernamental, incluso algún ministerio.
Creo que no se sorprenderán si les digo que acaso los más decepcionados con que la opción más razonable haya salido adelante pueden ser los Tardás, Homs, Bildus y Rufianes de turno... pero también el propio Rajoy. No me pregunten por qué. Averígüenlo Vargas o Vds. La cosa va por capítulos.
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