El tren se paró. Y con él tu viaje. No había respuestas. Pero sí muchas preguntas. El tiempo pasó en aquel convoy. En un punto desconocido entre la nada y el todo. Se fue la red eléctrica. Te dejaste caer en tu asiento. Estás en el primer mundo. El ascensor se ha parado bruscamente. Y varias personas se han quedado encerradas en un piso indefinido entre el bajo y la azotea. Ya no hay electricidad. Bienvenidos al primer mundo. Las colas junto al cajero llegan a la otra esquina. Tus tarjetas de crédito ya no tienen valor. Necesitas monedas. Estás en el primer mundo por fin. Las fábricas se paran. Y dejan de hacer coches y tetrabricks de leche. Están en el primer mundo. La gente corre en busca de pan y pilas. Pan y pilas. Y se lo comen como si no hubiese un mañana. Porque viven en el primer mundo. Los viajeros duermen en el suelo de la estación. Hay cola en la máquina expendedora de palmeras de chocolate. No hay luz eléctrica. Porque están en el primer mundo. Una mujer se agobia porque sin Whatsapp se siente desconectada de la realidad. Porque vive en el primer mundo. La noche está estrellada y no sabías que había tantas luces en el cielo. Mañana desaparecerán.
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