“Me he estado preparando para ser presidenta”, manifestó Hillary Clinton en su primer debate electoral. Pero no pudo ser, se quedó a un paso de ser la Presidenta de Estados Unidos. Consecuentemente, Hillary Clinton no se convertirá en la mujer más poderosa del planeta, ni ingresará, por tanto, en el Olimpo de mujeres más influyentes y preponderantes de la Historia.
Un hecho, que al contrario sí pudieron disfrutar entre otras mujeres las ilustres: Hatshepsut, Nefertiti, Nefertari, Cleopatra, Livia, Agripina, Julia Domna, Zenobia de Palmira, Teodora, Teófano Skleraina, María de Molina, Isabel la Católica, Isabel I de Inglaterra, Catalina II de Rusia, la Reina Victoria o Margaret Thatcher ¡Menudo ramillete de históricas figuras!
En mi opinión por su ascendiente, autonomía y autoridad, la que atesoró dentro de este repertorio mayor poderío fue sin duda, la siria Julia Domna tras su matrimonio con Septimio Severo (187 d. C.) La belleza, la riqueza y el origen familiar de la joven (hija del sumo sacerdote del dios solar sirio Baaal) determinaron que Septimio se fijara en ella. Desde ese momento, Julia Domna comenzó una activa presencia pública fruto de la cual alcanzaría el título de “mater castrorum”: las tropas del ejército se ponían simbólicamente bajo la protección de la emperatriz y ésta a su vez sería la favorecida por las tropas. Es probable que fruto de su carisma arengase a las legiones subida en la tribuna imperial, e incluso tras la muerte de Septimio Severo y como gestora de los asuntos públicos, acompañase a su hijo Caracalla en las campañas orientales, residiendo en Nicomedia y Antioquía.
Muy culta y refinada, entre otros honores y laureles obtuvo la consideración de “gran matrona de la dinastía Severa” y “filósofa y patrona de los intelectuales”. Si durante el reinado de su marido el emperador Septimio Severo actuó como una sobresaliente consejera, bajo el gobierno de su hijo Caracalla, llegó a asumir un papel independiente en la administración del Estado. Por ejemplo, se hizo cargo de la ardua tarea que generaba la correspondencia tanto en latín como en griego de la Corte. De esta manera, mantuvo contacto directo con los más grandes filósofos, gramáticos, geógrafos, arquitectos, escultures o retores de su tiempo.
En definitiva, brilló notablemente tanto a nivel social como cultural eclipsando en cierta medida el poder del todopoderoso emperador. Consecuentemente, se convirtió en la gran regente de la Casa Real: dueña de Roma y del mundo.
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