Ahora dicen que Donald Trump no se va a comportar como el compendio del macarra yanqui, pagado de sí mismo, racista, faltón, homófono, trasegador de bourbon y budweiser, forofo de los rodeos y cofrade de la Asociación del Rifle; un estereotipo que, por lo demás, resulta bastante repugnante para los que aún creemos que puede haber horizontes vitales más allá de la “mac doble de queso y beicon”, el bidón de cocacola con pajita, el klu-klux-klan, los niños obesos que se aburren, las persecuciones de gangsters por las calles de Chicago, Guantánamo, Wall Street, las exportaciones masivas de maíz transgénico a países de Tercer Mundo y, en fin, de muchas otras cosas que nos vienen de aquel paraíso en la Tierra.
Dicen que el nuevo César no es tan fiero como se pintaba a sí mismo. Que lo hizo para atraer a los millones de ciudadanos que, en vez de criticar la insolidaridad inherente a la “american way of life”, desvían sus frustraciones hacia todo lo que no se ajusta al modelo de la autoproclamada “primera democracia del mundo” (Una paradoja siniestra si tenemos en cuenta que muchos de aquellos que lo han votado pertenecen a minorías despreciadas explícitamente por el ya electo 45 presidente de los EEUU: negros, latinos, chicanos, mujeres etc. etc.)
Dicen que su buena relación con Vladimir Putin (real o imaginaria) será muy positiva para acabar con la insostenible situación en Siria. Y que una hipotética unión de fuerzas contribuirá a exterminar a Isis y al yihadismo (¡Cágate, lorito!)
El tipo, soez donde los haya, que afirmaba hace unos meses que ninguna mujer se le resistía por ser millonario y una estrella y que si se pusiera a disparar en la Quinta Avenida no perdería ni un solo voto, ocupará la Casa Blanca dentro de algunas semanas.
Pero dicen, ¡dicen!, que es imposible que cumpla muchas de sus promesas; que cómo va a poder construir un muro que separe EEUU de México y hacérselo pagar a los mexicanos; que cómo va arreglárselas para expulsar a los 11 millones de inmigrantes ilegales que hay dentro de las fronteras norteamericanas; que es imposible que ponga un arancel del 45% a los productos de China, su principal acreedor…
En fin, dicen que el Trump pendenciero de la campaña no tendrá que ver con el Trump presidente. Puede ser. Pero uno no deja de preguntarse qué será del mundo con que sólo cumpla el diez por ciento de su “programa”.
Dicen que aplicó con tino las técnicas del telepredicador ( es decir, las del embaucador o el mentiroso) para ganarse a los millones de ignorantes que aprobaron hace dos décadas el bombardeo de Kosovo o más recientemente la invasión de Irak o el envío de tropas a Afganistán, sin que ni siquiera fueran capaces de situarlos en un mapa; de los que conservan ese prurito colonial de sentirse superiores por haber llegado los primeros a esa parte del Nuevo Mundo y haber sido tan hábiles en machacar a la población nativa. Orgullosos descendientes de aquellos “pilgrims” (peregrinos) que desembarcaron del Mayflower en 1620 y establecieron una marca de fábrica, un pedigrí que llega a nuestros días: blanco, anglosajón y protestante.
Puede ser, pero da igual.
Lo preocupante es que grandes mayorías puedan elegir a un histrión cuyo programa político consiste en una retahíla de amenazas, que además, como Nerón con la lira, se considera un gran maestro de la improvisación: no necesita partitura.
A mí todo esto me va recordando a aquel chistecillo que me contaron en el colegio: “Treinta y cinco trillones de moscas no pueden equivocarse, ergo: coma…”
Hay algunos ingenuos que se pellizcan por si andan atrapados en un mal sueño.
Y es que dicen; dicen muchas cosas, acaso demasiadas, los que dijeron que nunca ganaría… ¡Coitadiños!
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