Con Iceta cantando una plegaria a los cielos para que ganase Hillary y Pedro Sánchez en los EEUU haciendo elecciones a favor de la candidata demócrata el resultado estaba cantado: arrasó Trump que, contra cualificados miembros de su propio partido y a muerte con los demócratas, ha alcanzado ser inquilino de una vivienda pública, la Casa Blanca, al tiempo que ha obtenido la mayoría absoluta en el Congreso y Senado, y se ha embridado unos buenos millones de dólares haciendo de la “marca Trump” el coladero para filtrar dividendos.
Un servidor tenía la mosca detrás de la oreja desde que mi querido Clint Eastwod, el de “Los puentes de Madison” y “Sin perdón”, entre otras joyas de la cinematografía, apostó por él anunciando públicamente su voto contra viento y marea, cantantes de postín, gigantes del basket, las encuestas, la casi totalidad de la prensa y de todos los grandes cadenas de televisión se inclinaban fuertemente por la esposa de Bill Clinton y su poderosa Fundación ; y es que mi adorado Clint, el de “El gran Torino”, y la gorrilla de Donald Trump parecen tener un especial carisma.
Y mira que el hombre del moño en la frente ha dicho burradas sobre las mujeres, contra México y todos los sin papeles que habitan en ese misterioso continente que conforma una sola nación, sus querencias con Putin -el horror yanqui- del que ha obtenido una docena de millones de dólares, sin nadie a su lado en los mítines, con la gorrilla de vendedor de helados, yendo de más a menos combatividad en sus discursos, hasta llegar a descubrir la palabra mágica, a saber, “la gente” -¿les suena’-, “nosotros somos la gente” decía sin rubor alguno y “nosotros, la gente,” estamos llamados a romper el “sistema”, nada más le faltó decir el “candado del 78”, pero es que allí ese candado, la Constitución, es cosa distinta a la de otras naciones.
Trump ha vencido en el interior de los EEUU, allí donde el trípode constituido por la bandera, el rifle y la biblia es territorio eternamente republicano, pero ha pegado un bocado en estados industriales donde la política económica anterior ha llevado a la casi desaparición de la clase media.
Todos tranquilos que no pasa nada, la vida sigue su normal transcurso y cuando Trump llegue a la Casa Blanca se encontrará con “todos los hombres del Presidente”, el FBI, la CIA y lo que no sabemos, y le bajarán los humos.
Nadie tendrá que emigrar a Canadá.
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