Pablo Iglesias ha pedido a los españoles que no consuman coca-cola hasta que no se arregle el conflicto laboral que mantienen trabajadores y empresa; para ello se ha personado, junto a trescientos trabajadores de la multinacional, en la sede del PP en calle Génova repartiendo abrazos y besos a diestro y siniestro.
No estoy muy ducho en esta trifulca laboral, pero creo, sin que sea dogma de fe, que la sede de un partido político no es el lugar más adecuado para resolver asuntos de este formato; mejor la huelga, el parlamento o la negociación con la empresa que vomitar la culpa contra los trabajadores del PP en calle Génova.
No soy muy amante de la coca-cola, pero creo que pedir al pueblo español que se abstenga de ingerir tal bebida me parece un despropósito; mejor sería solicitar, y más en estos tiempos de pingües beneficios publicitarios, que los medios de comunicación -prensa, radio y cadenas de televisión- se abstuviesen de publicitar durante estas navidades semejante bebida “yanqui” que ha venido a desbancar en parte al buen moka, incluido el rico pucherete de pueblo; pero claro, si eso hiciera el que desprecia la Constitución Española se iba a encontrar con la horma de sus propios zapatos.
Lo cierto, se ve venir, es que vamos a tener una infección de “pablitis” de mucho cuidado a la que habrá que prestar una cierta atención no sea que la agarremos en estas navidades. España para ellos, los “podemitas”, va a quedar reducida a “Madrid y sus confluencias”, y es por eso que el tal Pablo, más besucón que nadie, no va a asistir a la recepción que tendrá lugar el “Día de la Constitución” en la Carrera de San Jerónimo, y disimula su careto enviando a Echenique y Carolina a tal evento.
Y digo yo, que viene a ser como decirlo nadie, que por qué no nos han invitado a “los últimos de Filipinas” -corriendo nosotros con los gastos- que quedamos de aquellos lejanos tiempos de 1978, o sea, los que parimos el “candado” que tanto trabajito costó para poner de acuerdo a franquistas, tardofranquistas, centristas, socialistas, comunistas de fuste, nacionalistas y, por último, al pueblo español.
Un servidor iría con mucho gusto, me colgaría al cuello la Medalla de la Orden del Mérito Constitucional y no tomaría, por mor de Iglesias, ni una bendita coca-cola.
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