Ayer 21 de diciembre de 2016, caminaba por la orilla izquierda del cauce del rio y fui viendo con sorpresa, uno, dos, tres… árboles, pinos, caídos. Desde Nuevo Centro al “Pont de les Arts” conté 55. Cuantos, y no eran pinitos no, eran altos, hermosos, grandes, fuertes, aparentemente…
Me dije: Con lo que cuestan de criar. ¿Por qué habrá sido?
Más tarde, vi a los niños que iban al colegio. Corrían, gritaban, alegres, juguetones, que vitalidad, que gusto. Varias de las madres que les acompañaban ¡Ay las madres! arrastraban los carritos de los libros o cargaban con las mochilitas, también iba así algún padre. Se notaba el peso que llevaban. Pensé: ¿Será preciso tanto libro? ¿Los que, desde sus despachos importantes, hacen los programas de estudio, habrán pensado en ello? ¿O lo que pasa es que los niños los sobrecargan? Como a fin de cuentas no les pesa a ellos, prefieren tenerlo todo a mano.
Cuando un ratito después tomaba un café, oía hablar a un grupo de madres, de las del carrito-mochilita, presumiendo de que sus niños nunca les llegaban a pedir la merienda, pues se la daban antes, para eso eran madres, decían.
Allí mismo unos días antes, oí a unos padres ¡Ay los padres! decir acaloradamente que: los niños sólo debían jugar, que a santo de qué ponerles tantos deberes para casa. Hubo uno al que se le escapó: ¡Es que no doy abasto!
Como los pensamientos son como las cerezas, y se enredan unos con otros, me acordé de otra moda actual de algunas madres con sus bebés: La teta a demanda. No cuando los niños la necesitan, sino en cualquier momento, aunque solo quieran jugar.
También recordé que hace años en mi consulta un paciente joven, de unos treinta años, al hablar de su hijito, de siete años, me dijo: No mi hijo nada, que no se preocupe, que no se esfuerce, para eso estoy yo, que lo haré todo, si hay que sufrir ya sufriré yo.
Pero, volviendo a los pinos caídos, algunos ya los habían empezado a cortar, otros sólo estaban caídos con las raíces fuera. Esas raíces me parecieron pequeñas en relación al tamaño de esos pinos; aunque, realmente, yo no entiendo de pinos. Me gustan, los veo muy nuestros, me gusta su olor, el de la pinocha, el murmullo de sus agujas movidas por el viento, el contacto con su corteza cuando la toco, pero no entiendo de pinos. ¿Eran pequeñas aquellas raíces y por eso se habían caído? No sé…
Recurrí a un amigo entendido en plantas, agricultura, árboles, etc. y le pregunté: ¿Por qué crees han caído tantos pinos? Si he contado 55 pueden ser 56 o más, son muchos, aunque haya llovido mucho y hecho mas viento de lo normal, pero…¿Hasta ese punto?
La respuesta es que si. Que con el riego por goteo que tienen, en su desarrollo no han sufrido nada, sus raíces no han necesitado crecer más, el agua estaba allí, no ha sido preciso crecer más, ni para profundizar, ni para extenderse en su búsqueda.
Allí estaban sus nutrientes, antes aun de que sintieran su necesidad. Seguramente esas raíces eran pequeñas, suficientes para su cada día, pero no para soportar alteraciones, ni siquiera ese poco más de agua, el suelo blando y el viento normal.
He pensado: Si, el agua estaba allí, para que profundizar o extender sus raíces, no hacia falta.
¿Entonces? He vuelto a preguntar el entendido.
Nada, me ha respondido, simplemente que eran pinos sobreprotegidos.
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