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Prejuzgar y el efecto pigmalión

El efecto Pigmalión está haciendo excesivos estragos, pues ha hecho revivir demasiadas Galateas
Carmen Muñoz
jueves, 23 de febrero de 2017, 00:43 h (CET)
¿Por qué somos tan adictos de juzgar cualquier hecho simplemente por lo que nos dicen o leemos a través de los medios de comunicación sin ahondar en las simas de lo acontecido? ¿Por qué antes de emitir o prejuzgar a alguien no nos preocuparnos de formarnos e informarnos en profundidad del tema que queramos discutir o emitir cualquier opinión al respecto?

Digo esto, porque son muchos los temas que últimamente invaden los medios de comunicación y ponen en conocimiento de la opinión pública lo que está ocurriendo tanto dentro de nuestro país como fuera del mismo, en temas políticos, jurídicos, sociales etc..

Son muchos los ejemplos a los que podría referirme pero, lo haré solo a los que considero han sido bastante significativos. Aquí tenemos el suceso de la Infanta Cristina en el caso Noos. El pueblo la juzgó y condenó en el minuto uno que el escándalo se hizo público. Yo no entro en si lo que hizo o dejó hacer me parece bien o mal, sino que hago hincapié en que por ser quien es se la juzgó apresuradamente, dando por sentado su culpabilidad. Nadie se paró a pensar ni siquiera, la posibilidad de la confianza absoluta existente entre una pareja bien avenida o las cantidades económicas que algunas clases sociales manejan y que al ciudadano de a pié le cuesta trabajo imaginar.

El recién estrenado presidente de los EEUU, D. Trump, ha formado gran revuelo con sus declaraciones de levantar un muro en la frontera mexicana (en la que ya existe mil kilómetros) para evitar la entrada de personas sin papeles por la incertidumbre social que ello conlleva. Me sorprende oír a políticos y medios de comunicación españoles hablar de manera “ex cathedra” sin conocer a fondo el problema existente allende los mares. ¿No se han parado a pensar que a lo mejor en el fondo lleve razón a sugerir tal idea o plan, aunque las formas no sean las más políticamente correctas?

La entrada masiva de inmigrantes en aquella zona no son precisamente personas pacíficas (que las habrá, y muchas) sino gente sin oficio dispuestos a cualquier cosa, que suben de toda Sudamérica a pasar por esa frontera. Todo ello conlleva un peligro social que desde la distancia es difícil explicar, comprender y mucho menos catalogar.

En Europa tenemos el mismo problema con los refugiados que huyen de las guerras de oriente medio y en España nos ocupa el muro con Marruecos. La inmigración se ha convertido por su gran escala en un compromiso global y la forma de solucionarlo sería, ponerse de acuerdo los distintos países para solucionar los conflictos existentes en sus lugares de origen. No debemos olvidar que “a rio revuelto, ganancia de pescadores” y las mafias de todo tipo y el terrorismo navegan por esos cauces con una facilidad asombrosa debiendo ponerles freno de alguna manera.

La deficiente y escasa educación recibida en las distintas etapas educativas durante más de una década, han dado lugar al oportunismo político y la demagogia verbal y de pensamiento, habiéndose instaurado en nuestra sociedad de la forma tan rotunda como lo ha hecho, confundiendo con informaciones a medias, sesgadas bajo un punto de vista y a veces mal intencionadas, falta de conocimientos y oscurantismo en las explicaciones o en la mayoría de los casos, carencia de ellas.

El efecto Pigmalión está haciendo excesivos estragos, pues ha hecho revivir demasiadas Galateas.

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En nuestra realidad circundante, en lo que solemos citar como nuestro entorno, el sistema judicial tiene como objetivo no la Justicia, abstracción platónica que nos trasciende, sino garantizar, con realismo y en la medida de los posible, la igualdad de los ciudadanos ante la ley, que no es poco. Por eso hablamos de Estado de Derecho, regido por la Ley.

Estamos habituados a tratar con las apariencias, con la natural propensión a complicar las cosas en cuanto pretendemos aclarar los pormenores implicados en el caso. Los pensamientos son ágiles e inestables. Quien los piensa, el pensador o pensadores, representa otra entidad diferente. Y curiosamente, ambos se distinguen del fondo real circundante, este tiene otra urdimbre desde los orígenes a sus evoluciones posteriores.

Dejó escrito Salvador Távora sobre Andalucía que «la queja o el grito trágico de sus individuos sólo ha servido, por una premeditada canalización, para divertir a los responsables». No sé si mi interpretación es acertada, pero desde que vi por primera vez su obra maestra, Quejío, en el teatro universitario de Málaga creo que muy poco después de su estreno en 1972, el término adquirió para mí un sentido diferente al que antes tenía.

 
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