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La prostitución, ¿regularla?

Practicada desde los tiempos más remotos de la Humanidad
Manuel Villegas
sábado, 25 de febrero de 2017, 10:24 h (CET)
Aunque se suele decir que la prostitución es el oficio más antiguo del mundo, eso no es cierto, el oficio más antiguo de la Humanidad es el de ser madre.

El ejercicio de la prostitución es un mal que padece la Sociedad desde los tiempos más remotos.

A lo largo de la Historia se han dado tres tipos de prostitución:
-La hospitalaria
-La sagrada y
-La común

La prostitución hospitalaria u hospitalidad sexual también se ha practicado desde los tiempos más remotos de la Humanidad. Consistía en que el anfitrión permitía a su huésped que tuviese relaciones sexuales con su esposa. Esta costumbre perdura en ciertas sociedades asiáticas, del norte de África y en Oriente medio, así como entre los inuit, pues no les gusta que se les llame esquimales.

La prostitución sagrada, religiosa o hierogamia ya se ejercía, como mínimo desde el siglo XXVII a. C., pues en la epopeya de Gilgamesh, escrita aproximadamente por esas fechas se habla de la prostituta sagrada Shámkhat (la Magnífica), sacerdotisa de la diosa Isthar la equivalente a la Venus romana, que Gilgamesh le envió a Enkidu ante la queja de uno de lo pastores cuyas mujeres eran poseídas despóticamente por éste.

En Babilonia, por esta época todas las mujeres tenían la obligación, al menos una vez en su vida, de acudir al santuario de Militta (la Afrodita griega) para practicar sexo con un extranjero como muestra de hospitalidad, a cambio de un pago simbólico, normalmente por anticipado, para poder gozar de ella. Este estipendio se destinaba al tesoro del templo y para el sostenimiento del culto a la diosa.

No trataremos sobre la prostitución hospitalaria ni sobre la religiosa. Nos centraremos, aunque sea brevemente, en la común que es la que hoy se practica en el mundo entero y junto con el tráfico y venta de drogas, posiblemente sean las dos actividades que más dinero mueven y más males ocasionan.

En el Antiguo Régimen, en Castilla estaba regulada, controlada, vigilada y era una preocupación constante no sólo para los componentes de los ayuntamientos, por ser éstos los que más cercanos a este nefasto negocio se encontraban, sino también para los monarcas.

Lo mismo unos que otros dictaban ordenanzas para cuidar de las prostitutas, lo mismo de su salud que del precio que deberían de cobrarle los llamados padres de la mancebía por los utensilios que habría de proporcionarla para usarlos en el ejercicio de si “profesión”.

Lo más remoto que hemos encontrado sobre la regulación de esta actividad ha sido lo ordenado por Alfonso X en la Partida IV en la que habla extensamente sobre las barraganas y los hijos que los nobles tienen con las prostitutas.

Alfonso XI, a pesar de estar amancebado con Leonor de Guzmán dio en 1337 un Ordenamiento sobre las prostitutas de la ciudad de Sevilla

Las mujeres que decidían dedicarse a la prostitución tenían que ser examinadas por un Juez que comprobaba si cumplía los requisitos marcados por la Ley, entre los que se contaba que fuese mayor de doce años, huérfanas, sin familia y que no fueran vírgenes.

Periódicamente eran examinadas por un médico, en Córdoba en el año 1533 era Maese Luis, que si encontraba a alguna enferma o en malas condiciones de salud o que, por cualquier otra causa, no pudiese ejercer la prostitución, tenía que ponerlo en conocimiento del Regimiento municipal para que mandase que fuese sacada de la mancebía

Pero no creamos que porque los monarcas y los componentes de los regimientos municipales se preocupasen por ellas, estuviesen libres de todo peligro. Abusaban de ellas no sólo los trujamanes o proxenetas, sino también los alguaciles municipales cobrándoles más dinero del marcado por las Ordenanzas y no dejándolas ir a dormir a sus casas si no les pagaban un real.

A pesar de todos los padecimientos y abusos a lo que eran sometidas, también estaban protegidas por la Justicia pues llegaron a poner un pleito contra el Deán y Cabildo catedralicio porque les cobraba un real de plata cada día por el uso de los utensilios necesarios para su “trabajo”. Litigio que no continuaron porque llegaron a un acuerdo con ellos que les disminuyeron la cantidad a doce maravedíes (el real tenía 34).

Esta actividad femenina que, a la par que contribuía a la subsistencia de las mujeres que la practicaban, era entendida como una necesidad social, especialmente para los hombres, y por ello, la regularon tratando de equilibrar los intereses que en esta ocupación confluían, lógicamente sin contravenir los principios de predominio masculino, estamento y clase que dominaban en la sociedad fuertemente jerarquizada de la época.

Toda esta estructuración y regulación del mundo de las prostitutas, por la que sobrevivían más mal que bien, se vino abajo con la Reforma protestante cuyos dirigentes iniciaron una ataque frontal contra las prostitutas y comenzaron a cerrar los prostíbulos y a perseguirlas. A ellos se unieron los que capitaneaban la Contrarreforma a partir del Concilio de Trento y la pusilaminidad de Felipe IV quien el siglo XVIII la prohibió en toda España, en un intento fallido de negar su existencia.

Así se ha seguido hasta ahora, escondiendo la cabeza como el avestruz como si este mal, que existe desde hace miles de años, se pudiese eliminar sin tomar las medidas necesarias para tenerlo controlado.

Posiblemente se me tache de utópico, lejano a la realidad o nefelibata, pero opino que si esta actividad, ya que no se puede suprimir, se regulase debidamente y se dictasen normas o leyes para ello evitaría la trata de mueres, niñas y efebos que tantos males está causando no sólo a quienes los padecen sino al resto de la Sociedad por la actividad de las mafias que tienen esclavizadas a estas criaturas, llegando hasta el asesinato, siempre y por encima de todo buscando su propio beneficio.

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