La segunda mitad del siglo XX significó para América Latina un periodo de cambios trascendentales para su organización política y social, así como para su inmersión en el nuevo escenario mundial que se estaba gestando a partir del fin de la Guerra Fría y la victoria del sistema capitalista. Recordemos que fue una época de convulsiones sociales y de guerras internas que incluso provocaron enfrentamientos entre los propios países latinoamericanos. A inicios de los 70’s, específicamente en 1973, el 11 de septiembre se da un golpe de Estado en Chile para derrocar al entonces presidente Salvador Allende. Por tratarse de un gobierno de izquierda y afectar la zona de influencia de los Estados Unidos, éste interviene a favor de los militares que gestaron el golpe de Estado. En 1978, en Nicaragua, se daba la Revolución Sandinista, cuyo objetivo era terminar con la dictadura de la familia Somoza; sin embargo “los contra”, un grupo de oposición entrenado y organizado por Estados Unidos, se encargó de destruir, en su momento, la ideología que encabezaba el Frente Sandinista de Liberación Nacional. Un par de años después, se da un enfrentamiento sanguinario en El Salvador, donde se enfrentaron la Fuerza Armada de El Salvador, como ejército dirigido por el gobierno, y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, como las fuerzas insurgentes. En este conflicto también intervino el gobierno de Estados Unidos, apoyando con entrenamiento militar y armas al ejército gubernamental.
Estos son sólo algunos ejemplos de lo que fue el periodo de la pos-Guerra Fría en América Latina, caracterizado por la injerencia de Estados Unidos en un sinfín de asuntos que, en teoría, corresponderían únicamente resolver a los países involucrados; sin embargo, hoy en día el panorama es distinto. Actualmente, América Latina ha comenzado un proceso de reconfiguración que nace a partir del propio sentimiento latinoamericano así como de los propios gobiernos, de surgir como un grupo de naciones desarrolladas y con recursos para hacer frente a los desafíos que implica el ser parte del sistema internacional actual.
Una de las pruebas más contundentes de esta reconfiguración ha sido la separación o alejamiento de las políticas estadounidenses, principalmente económicas, por parte de los países latinoamericanos, específicamente en las naciones del Cono Sur. Desde la década de los 60’s hasta los 90’s e incluso un poco después, el común denominador en los gobiernos latinoamericanos era la influencia que ejercía el gobierno de Estados Unidos, en la mayoría de las veces para mal. Esta intromisión era para evitar que surgieran proyectos anticapitalistas, enfocados en las necesidades reales de la sociedad, y que desafortunadamente, las políticas tanto del Banco Mundial como del Fondo Monetario Internacional que se implementaron, sólo empeoraron esas necesidades y en general, la condición de Latinoamérica. La llegada al poder de presidentes como Hugo Chávez en Venezuela, en 1999; Néstor Kirchner en Argentina, en 2003; y Lula da Silva en Brasil, también en 2003, dieron un giro significativo a la estructura económica y política, que hasta ese entonces regía en América Latina, sin olvidar sus posturas hacia el exterior, volviéndose actores más activos y jugando roles que muy pronto darían sus frutos y que convertirían a la región, especialmente Sudamérica, en lo que hoy es. Después de las dictaduras militares, las guerrillas y los conflictos sociales, hoy América Latina tiene una nueva posición en el escenario internacional: Brasil es actualmente la octava potencia mundial; a nivel regional, Brasil es la economía número uno, seguida de México, Venezuela y Argentina. Se ha logrado, además, la creación de organismos puramente latinoamericanos que funcionan para cubrir las necesidades de la región y buscan una integración más sólida y estrecha. Ejemplos de estos organismos son la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR); el Banco del Sur; el Mercado Común del Sur (Mercosur); y la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). Todos estos ejemplos fueron proyectos que nacieron de las necesidades de la región, con el objetivo de impulsar el desarrollo de la misma, además de la inserción de sus productos en el mercado internacional; su función ha sido tener mecanismos de cooperación para que los países puedan recurrir al apoyo de las mismas, sin que tengan que dejar a un lado su autonomía o soberanía, o regirse bajo condiciones políticas, que en su momento organismos como el Banco Mundial o el FMI han puesto en práctica. No sólo se ha crecido en el ámbito económico o político, sino también en cuestiones culturales, sociales y hasta educativas. Si bien se habla de una reconfiguración latinoamericana, no podemos dejar pasar por alto que aún hay países que no se consideran parte de este reordenamiento en la región; México y Colombia, por un lado, y los países de Centroamérica, por el otro, no han logrado una inserción en los proyectos que han surgido de las naciones del Cono Sur. En el caso de México y Colombia podemos observar todavía su dependencia económica y política hacia las decisiones o imposiciones por parte de Estados Unidos. Y esa dependencia se ha hecho más visible a partir del problema en común que enfrentan los dos países: el narcotráfico. Éste ha sido el argumento del gobierno estadounidense para intervenir en ambas naciones con el objetivo de evitar que la droga traspase las fronteras y llegue a las calles norteamericanas, así como de controlar el crimen organizado; sin embargo no olvidemos que a pesar de que en México y Colombia se siembre y produce la droga, Estados Unidos es el principal consumidor así como el proveedor más importante de armas para ambos casos. Para Centroamérica, sus viejas diferencias y condiciones internas, tanto económicas como sociales, no han permitido que su visión tenga otro rumbo y pueda aprovechar las ventajas de unirse a los proyectos suramericanos.
Para América Latina todavía hay muchos retos y desafíos pendientes, principalmente el lograr una verdadera unión latinoamericana, donde todos tengan en su agenda la cooperación e intercambio cultural, económico, tecnológico y científico, entre ellos mismos. A pesar de que los organismos creados en América del Sur han apostado por el apoyo mutuo y el desarrollo comunitario, todavía falta combatir graves problemas sociales, como la pobreza y la educación. Sin embargo, el primer paso ya está dado, que ha sido el proyectarse como una región capaz de hacer aportaciones sustanciales y de participar en el escenario internacional con propuestas equitativas, además ha demostrado que tiene la capacidad de organizarse y de solucionar problemas comunes.
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