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Cataluña is is Spain

Puede que haya gente, mucha, que encuentre disparatado cualquier comparación entre el separatismo catalán y el Isis. Pero a pesar de sus enormes diferencias, hay profundas semejanzas.
Daniel Laseca
martes, 18 de abril de 2017, 00:03 h (CET)
El Isis se ha autoproclamado unilateralmente estado, al margen de cualquier jurisdicción, que es a lo que aspira exactamente la facción separatista de Cataluña. El Estado islámico pretende una expansión y anexión de territorios para restablecer un mapa de la Península Ibérica del siglo XI, como era en el califato de Córdoba. La Asamblea Nacional Catalana pretende la adhesión de Las Baleares y La Comunidad Valenciana. Esa unión territorial se asemejaría mucho al Condado de Barcelona del Siglo XII.

El estado islámico castiga y persigue a quienes difieren de sus doctrinas. El gobierno catalán ha multado indiscriminadamente, durante años, a comercios por usar la lengua cooficial, el castellano. Lo cual no sólo suena a tomadura de pelo y a la implantación de un impuesto al opositor, sino a un instrumento de adoctrinamiento y de imposición de su ideología. Este apartado tiene mucha más importancia de la que parece, porque el eliminar el castellano prácticamente como lengua oficial es un arma subversiva de imposición ideológica. En el hipotético caso de que alguna vez se realizara un referéndum de autodeterminación para Cataluña, se debería exigir, además de que el referéndum se votara en todo el Estado español, que toda la información pública, al menos durante un año, sobre el referéndum fuera en ambas lenguas por igual y que cada comerciante pudiera rotular libremente; incluso es más, que tuvieran que hacerlo todos en ambas lenguas.

El uso masivo de sus estandartes y símbolos independentistas, principalmente sus banderas, en todo tipo de acto público, sea o no político, es otra semejanza radical que pretende condicionar y adoctrinar con técnicas propagandística una ideología unilateral y reaccionaria.

La usencia de todo reconocimiento extranjero, de apoyos, incluso la negativa de las instituciones europea a recibir a los representantes de Cataluña deja clara otra similitud.

Por supuesto que se podrá alegar que la formas de unos y de otros son muy diferentes. Aunque la gran diferencia no radica en el uso de la violencia de unos y en el no uso de otros. Sino en la concepción radical de estado religioso, o en la concepción moderna de estado laico. Porque la violencia puede ejercerse de muy distintas formas y grados y no tiene que ser violencia física para que se considere como tal. La ruptura sistemática de la ley, el uso de los cauces institucionales para imponer una ideología, el desacatamiento de la norma jurídica, incluso de las sentencias de los tribunales, y por supuesto el aislacionismo sociocultural hacia el unionista castellanohablante son formas sutiles de violencia, que por si cabe aún alguna duda la CUP, el brazo radical que esclaviza y fustiga a Junts pel sí, se encarga de eliminar esas sutilezas y dejar claramente al descubierto.

Pero la mayor de todas las semejanzas quizá radique en el carácter enfermizo de ambas organizaciones de restablecer límites territoriales anacrónicos, en la idea fija, unilateral, y obsesiva, de imponer un mapa del medievo, sin escuchar ni a la ley, ni a las instituciones internacionales ni al momento y la coyuntura histórica actual.

Y en este sentido, del uso partidario de la información, me gustaría realmente que el Govern alguna vez realizara una encuesta sobre cuántos catalanes, especialmente los acérrimos defensores dela independencia, conocen la legislación europea donde se establece que cualquier territorio separado de un miembro de la UE quedará inmediatamente excluido y deberá iniciar de cero sus trámites para ingresar como nuevo estado.

Cataluña es España, y Cataluña es la Unión Europea. “El catalanismo no debería prescindir de España porque los catalanes fabrican muchos calzoncillos, pero no tienen tantos culos” Josep Pla.

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