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Escribo esta reflexión en medio de una situación de agobio personal e intransferible. A cualquiera de los lectores le puede parecer una nimiedad, producto del capricho de una mente senil. Se trata de que me tengo que someter a cuatro exámenes finales en el plazo de diez días. Ya han pasado los dos primeros. Esta próxima semana tendré los otros dos.
Un reportaje muy impresionante: “La policía investiga el auge de las micro sectas al abrigo de la pandemia”. “Los entornos de las terapias alternativas y antisanidad, bajo la lupa policial”. Los líderes de las micro sectas acostumbran a presentarse con un título de magnificencia parecido a “maestro iluminado”, lo cual basta para que se encienda la luz roja que alerta de peligro inminente.
Creo que la guerra es uno de los graves problemas de la historia que los humanos arrastran, siglo tras siglo. En Europa, sea de una manera o sea de otra, hemos estado padeciendo cientos y miles de guerras, de distinto origen, distinta finalidad, distintas tácticas y estrategias, pero, al final, con las mismas consecuencias, enormes sufrimientos y enormes injusticias.
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