Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Artículo opinión

Adultos índigo

Las personas índigo conforman una especie de raza nacida con la sagrada misión de luchar contra el sistema para hacerlo más justo
Ángel Ruiz Cediel
lunes, 1 de agosto de 2011, 07:30 h (CET)
Los niños índigo no son algo reciente. Comenzaron a nacer allá por el principio de siglo, si bien en cantidades muy exiguas, las cuales han ido creciendo hasta ser hoy un porcentaje muy respetable la población. Aunque pocos, pues, hoy incluso tenemos algún que otro anciano índigo. Pocos, eso sí, no sólo porque cabe la posibilidad de que buena parte de los índigos nacidos desde principio de siglo puede que hayan muerto por causas naturales o por las continuas guerras del s. XX, sino porque los niños índigo muestran en sus primeras etapas de vida (especialmente en la pubertad), debido a la asnífica ignorancia de sus mayores y preceptores, cierta propensión natural a sentirse muy incomprendidos, deprimidos y, en consecuencia, con cierta propensión al suicido.

Nada hay más natural que esto en personas índigo porque comprenden la realidad mucho antes que sus semejantes, ya que suelen nacer dotados de una inteligencia poco común, además de tener unas capacidades intuitivas e incluso precognitivas del todo anormales en las personas comunes. Los adultos índigo son seres extraordinariamente empáticos con sus prójimos, y son capaces de excusarlo todo en ellos… menos la injusticia, la maldad o la estupidez. Jamás hacen las cosas porque sí, sino que todo acto tiene que tener un propósito… bueno, lógico y adecuado, y obrar de forma imbécil no es algo que vaya con ellos, como no lo va con él el hecho de aceptar la ley o la estupidez que pronuncie el preboste o mandamás de turno, sólo porque lo diga ese avispado sinvergüenza que usa su talento para vivir a costa de los tontos, que son todos los que le creen y los que le obedecen, votándole o no, que a éste tanto le da. Tanto al niño índigo de ayer como al niño índigo de hoy, debido a su peculiar conducta y a que no admite más autoridad que aquélla que él mismo concede a quien a su juicio y por sus obras lo merece, y no a los galones impuestos –lo mismo da que sea el rey, un político cualquiera o el maestro del colegio-, suelen ser clasificados y etiquetados como niños rebeldes, problemáticos, excesivamente inquietos, desobedientes y hasta endemoniados -¡cómo no!-, y no es infrecuente, especialmente en nuestros días, que sean tratados psiquiátricamente como personas con déficit de atención o con síndrome de hiperactividad. Mejor tenerlos drogados o recluidos que soportar que haya alguien al lado protestando continuamente por sus atropellos. Hay que comprender que, ¡pobres!, los que valoran su conducta pertenecen a otro orden, el de los ordinarios asnos en dos patas, ya sean éstos los padres de la criatura o sean los médicos (que también hay asnos con carrera), quienes son incapaces de comprender que los índigo no nacieron para obedecer la estupidez de cualquiera, que su cerebro funciona mejor y más rápido que el de los demás y que lo que una persona normal tarda en aprender diez, ellos lo captan en uno, razón por la cual se aburren soberanamente y terminan por despreciar a todo el que tenga cualquier poder, porque comprenden que aquél que alcanzó la posición de dominio en el orden actual, no puede ser bueno: así funciona la sociedad de los normales. Esta precocidad les hace sentir cierto rechazo por la vida, convirtiéndoles a unos en pasotas, a otros en intelectuales, a otros más en drogadictos y no faltan quienes incuso se sienten empujados a ser aventureros o incluso deportistas de alto riesgo.

Con este exigente perfil, es fácil comprender por qué a veces el mismo adulto o niño índigo no termina de aceptarse ni siquiera a sí mismo. Es más, es la sociedad misma la que le ha estado escondiendo desde que nació que no está enfermo ni es malo en absoluto, sino que ésta es su naturaleza genuina, la cual es, por añadidura, un don sagrado porque los índigo son la luz del mundo. Profesan un profundo panafecto por sus semejantes, les gusta trabajar en equipo por el bien común (odian la individualidad aunque por incomprensión sean obligados a estar recluidos en ella) y son capaces de sacrificarse incluso por quienes no conocen siquiera, pero están del todo incapacitados para tolerar la idiotez o a los idiotas, ni comprenden que, por ejemplo, las llamadas izquierdas lleven viviendo más de un siglo como curas o señoritos a costa de la sangre, la estúpida credulidad y el dinero de los pobres y los ignorantes, en base a mentiras tan aberrantes como descomunales, mientras los dirigentes de esas izquierdas son y viven como los más despreciables y viciosos ricos de la más recalcitrante derecha, con la única diferencia sobre los militones de ésta de que no han tenido el menor empacho en empapar de sangre inocente la tierra donde se han establecido.

Les decepciona continuamente el sistema, porque les decepcionan continuamente las clamorosas injusticias de sus dirigentes y el desprecio que éstos muestras por la ciudadanía (salvo campaña electoral). Luchan con denuedo, movilizando todas sus fuerzas, pero antes o después terminan por comprender que ni toda la ciencia del universo sería capaz de enseñarle a leer a un asno o a ser libre a un esclavo voluntario, y por fin llega un día, si viven lo bastante, en que comprenden que da igual lo que hagan porque nada va a cambiar: los asnos seguirán rebuznando, los atracadores sociales seguirán atracando a los probos ciudadanos de mil maneras distintas, los parásitos sociales de izquierdas captando tontos para su fe talibán y vivir ellos como una casta, a la vez que los menos dotados buscarán quién los pastoree y abreve porque tienen miedo de su propia libertad. Nada cambiará, hagan lo que hagan. Su sagrada misión es cuasi imposible de ser llevada a cabo no por un índigo, sino por toda la enorme legión de índigos nacidos desde hace algunas décadas para acá. Los asnos, si tienen una virtud, es su constancia y su amor al látigo que los tortura.

Así, no pocos índigos se convierten en espectadores de la sociedad, si es que no en literatos o cronistas de ella, como es mi caso. Desde ahí –desde aquí- se puede contemplar este patético baile de tramposos que son la sociedad y el poder. Cierto que, como decía al principio, tenemos ciertas dotes naturales para la intuición y aun para la precognición, pero no hace falta ser un lince para, con esta tropa, saber que va a pasar lo que tiene que pasar, porque dos y dos son cuatro. Así, y por poner ejemplos muy del día de hoy, no es extraño que el CIS le ponga estupendamente a uno de los más perversos manipuladores, más siniestros personajes y más peligrosos mentirosos que ha tenido España –Rubalcaba-, o que ese mismo juez que en mi opinión consagró la gran estafa del juicio del 11M al tiempo que ilegalmente usaba ese proceso para que su testaferro formal o no escribiera un libro del juicio que estaba interpretando, el cual le hiciera ganar unos euracos adicionales (formaba parte del pacto de sangre), recibiera una medallida y un ascenso por su lealtad y obediencia en la farsa del cierre oficial de aquel cruento atentado, y que hoy, todo risas y con el recto impregnado de mantequilla de Soria o de vaselina de muy buena calidad, vaya usted a saber, quiera engañar de nuevo a la ley, a los ciudadanos y a la santa madre del Misterio para que ese monstruo de antes –Rubalcaba- y sus monstruitos no pasen por la Justicia para abonar sus débitos por lo del Faisán, enviando exiliado el caso a provincias, donde hay otros jueces que, por escapar de su retiro, están dispuestos a crucificar a Jesús y a liberar a ese Satanás que tiene fagocitada la Justicia, la Policía y todo el entramado del Estado con sus siniestros monstruitos.

Es precisamente esta forma de ver la realidad la que nos trae tan serios problemas desde la infancia. Opinamos, sí, y lo hacemos donde haya que hacerlo porque entendemos que hay que eliminar la mentira, la doblez y prescindir de todos esos seres que han nacido para tormento de la mayoría. Nos acarrea grandes y muy serios problemas esta conducta, pero estamos dispuestos a asumirlos porque hemos nacido para eso: nacimos para conducir al género a un salto evolutivo, y nuestra sagrada misión es cambiar el sistema no mediante revoluciones, sino que nos basta y nos sobra con desenmascarar a esta tropa de impresentables que lleva la Historia amargando la existencia a los humanos…, aunque la mayoría de quienes pretendemos liberar prefieran seguir calentitos en la cuadra del poder, devorando el herrén que le den por alimento y soportando los palos que le den sin saber siquiera por qué.

Noticias relacionadas

El 22 de noviembre se cumplirán 50 años de la proclamación de Juan Carlos I como rey de España, cargo que ocupó hasta junio de 2014 en que abdicó cediendo la corona a su hijo Felipe VI. Durante años el ciudadano Borbón tuvo engañada la parroquia, monárquicos o no, la mayoría, rendían homenaje a este heredero de Franco.

Ricardo de Burgos Bengoetxea es un árbitro de la Primera División de fútbol masculino, conocido por sus excelentes actuaciones sobre el césped y también por la no tan excelente que protagonizó en la conferencia de prensa celebrada la víspera de la final de la Copa del Rey del presente año 2025.

«Tan sencillo como conocer cómo son los delegados sindicales en las empresas donde trabajamos, para darnos cuenta de qué pie cojean, qué persiguen y cómo miran sólo para ellos». Ni siquiera los afiliados conocen la realidad, aunque cada vez más se sabe que otros sindicatos con estructuras mucho más modernas –y con muchos menos medios-- y dirigentes infinitamente más preparados ya caminan «a años luz de los sindicatos sectarios».

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto