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Según artes

Artes intuídas, artes aprendidas, tienden a desaparecer; asistimos a un empoderamiento de la mediocridad
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 30 de junio de 2017, 00:16 h (CET)
Va mucha diferencia de unas expresiones a otras, efecto que se va agrandando cuando son aplicadas a la vida corriente, y aún cobran dimensiones enormes, hasta grotescas, en las REFERENCIAS a eventos públicos de montajes complicados. “Según arte”, menciona las técnicas aprendidas a lo largo del tiempo en los grupos sociales. “Según el arte”, ya se aproxima a las versiones geniales surgidas en torno a las cualidades humanas y a las realidades del Universo. Pero se ha popularizado con creces el “arte” a secas, como concepto democrático, libérrimo, ceñido casi en exclusiva a la utilidad para sus protagonistas, susceptible de adherirse a adjetivos insospechados, sin valoraciones de otros órdenes.

Vayan las dudas con respecto a las expresiones artísticas, por la grata sensación de acercarnos a ellas sin obligaciones extemporáneas. No es un campo este adecuado para las DEFINICIONES precisas. Al contrario, en cuanto afloran los calificativos y los montajes, presenciamos una clamorosa huida subyacente de lo que hubiéramos dicho que era el arte. Lo venturoso es la apertura total en esta materia, con la consiguiente desorientación de los atraídos por sus efectos. Resultaría lógica en quienes permanecieron alejados de dicha actividad. Aunque tampoco parecen muy centradas las ideas en las manifestaciones de los habituados a su trato; abundan las incompetencias, los intereses y las frivolidades.

La sana ambición de los procesos creativos indaga de cara a las posibles novedades; la amplitud de miras en las ACTITUDES personales ofrece versiones diferenciadas. Los que persiguen el descubrimiento genial como principal empeño regulador de sus labores, con el estudio esforzado y el trabajo tenaz como ayudantes valiosos. Difieren de los que giran alrededor de las utilidades inmediatas de sus creaciones; la novedad genial les preocupa como método eficaz para sus fines. Los primeros, enfrascados en las esferas de los sublime; mientras los utilitarios, no renuncian a las maravillas, pero las utilizan al servicio de su primer objetivo. El objetivo de sus metas separa con nitidez ,los procedimientos empleados.

Sin negarle a la sociedad su papel relevante para el cultivo adecuado de las actividades creativas, artísticas sobre todo; el colectivo no forma parte del hecho creativo propiamente dicho, a lo sumo reúne a los creadores individuales. La colectividad de cada momento dispone de un sinnúmero de RECURSOS para incidir sobre las labores artísticas. Bien estableciendo criterios valorativos, apoyos económicos, promociones sectoriales e incluso silencios de significados rotundos. Son factores influyentes muy patentes, implicados en los ambientes originados, pero siempre a partir de los creadores, a los que pueden provocar serias dificultades o servirles de agentes dinamizadores.

Los intereses representan esa carga de anhelos y necesidades impulsora de los comportamientos desiguales, porque provienen de gentes diversas con potencias muy desequilibradas. Al fin, los aspectos cualitativos retroceden ante las fuerzas, dinerarias, institucionales, con violencias físicas o mentales. Desde esas circunstancias emergen las tramas de los MERCADOS, inclinadas a la presión de los más potentes, superan con creces quella relación de la oferta y la demanda. El arte también queda afectado por semejantes tramoyas, le provocan desfiguraciones notables. La reparación de las balanzas está dificultada por el desdén general hacia el cultivo de las mejores cualidades humanas.

En esa especie de servidumbre a las variadas mercaderías inventadas, las deformaciones del arte e incluso diría los despropósitos de la vida, se suceden con una facilidad asombrosa. La espontaneidad genial acaba dispersa, si no anulada, entre un sinfín de actuaciones sociales, la obra señera proclamada de antemano no aparece por ninguna parte. Qué otro comentario merecen las numerosas MOVIDAS, cuyo interés primordial no radica en el arte. Planes turísticos, partidismos, subvenciones o financiaciones millonarias, modifican la nervadura artística inicial. En el desarrollo de tales eventos proliferan las organizaciones, el gentío fluye al toque propagandístico; mientras subyace el arte, quién sabe en qué niveles.

Los trabajos fueron evolucionando según las artes aprendidas y en relación con el propio arte del laborante para su adaptación a las circunstancias exigidas en cada momento. Digamos que juntaban las versiones sociales con la dedicación del trabajador afrontando los acoplamientos necesarios. Los PROFESIONALES adoptaron así los rasgos característicos de sus ocupaciones, con unos condicionantes duraderos, válidos durante varias generaciones; los ritmos no eran los de ahora y sus artes gozaban de la tranquilizadora estabilidad. Los cambios progresivos, implantados cada vez con mayor rapidez, fueron borrando aquellos perfiles. Aún persisten rasgos elementales, pero entraron variables impensables.

Ante la vorágine de novedades, las artes en toda su amplitud amortiguaron sus esplendores, porque las grandezas aparecieron mezcladas con lamentables desperdicios; el deslinde cualitativo viró hacia el grupo de tareas imposibles. El recurso regulador trató de encauzar a las genialidades y a los profesionales con los PROTOCOLOS; ya estamos con los cánones establecidos, razonamientos agrupados por los gestores, inclusiones y exclusiones. Teniendo el valor de la recopilación de datos principales, representan un vehículo forzado en el cual desaparecen las particularidades. Queda patente la amputación de la creatividad ilusionante, pieza imprescindible para la adaptación de los conocimientos a la vida de cada ciudadano.

La igualación de todas las artes, recluidas en los protocolos bien ordenados, manifiesta sobre todo dos tendencias nocivas. La pretensión de tener controlado al conjunto de las iniciativas espontáneas y la presuntuosa posición de creerse los administradores de los conocimientos. La excesiva fidelidad a sus códigos, recorta las posibilidades vitalizadoras en aras del conglomerado dominante. El progresivo agostamiento de sus contenidos apunta a la MEDIOCRIDAD rampante. De tal modo, según las artes establecidas, el escaso filtro empleado en la creación de las estructuras institucionales, equipara las tonterías caprichosas con las genialidades. La mezcolanza impide los discernimientos convenientes.

Al final no existe el repliegue eficaz. Los hallazgos personales configuran un listado de nuevas inscripciones incesantes y las aportaciones de la sociedad son manifiestas; resultan elementos complementarios. El aislamiento de alguno de los componentes es imposible, están entrelazados, en sus diferencias constituyen una conjunción plena de realidades. Desde esa fertilidad creativa presente en toda la historia humana, tampoco es factible la homogeneización; la disparidad de cualidades y de circunstancias sólo vislumbra la PLURALIDAD de realización. Quedan muy desprestigiados los intentos manipuladores de los engreídos con cierto poder, de los definidores de verdades que no dejan de ser inseguras, de los controladores del arte en todas sus manifestaciones, de los enajenados por encumbramientos necios.

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