Va mucha diferencia de unas expresiones a otras, efecto que se va
agrandando cuando son aplicadas a la vida corriente, y aún cobran
dimensiones enormes, hasta grotescas, en las REFERENCIAS a eventos
públicos de montajes complicados. “Según arte”, menciona las técnicas
aprendidas a lo largo del tiempo en los grupos sociales. “Según el
arte”, ya se aproxima a las versiones geniales surgidas en torno a las
cualidades humanas y a las realidades del Universo. Pero se ha
popularizado con creces el “arte” a secas, como concepto democrático,
libérrimo, ceñido casi en exclusiva a la utilidad para sus
protagonistas, susceptible de adherirse a adjetivos insospechados, sin
valoraciones de otros órdenes.
Vayan las dudas con respecto a las expresiones artísticas, por la
grata sensación de acercarnos a ellas sin obligaciones extemporáneas.
No es un campo este adecuado para las DEFINICIONES precisas. Al
contrario, en cuanto afloran los calificativos y los montajes,
presenciamos una clamorosa huida subyacente de lo que hubiéramos dicho
que era el arte. Lo venturoso es la apertura total en esta materia,
con la consiguiente desorientación de los atraídos por sus efectos.
Resultaría lógica en quienes permanecieron alejados de dicha
actividad. Aunque tampoco parecen muy centradas las ideas en las
manifestaciones de los habituados a su trato; abundan las
incompetencias, los intereses y las frivolidades.
La sana ambición de los procesos creativos indaga de cara a las
posibles novedades; la amplitud de miras en las ACTITUDES personales
ofrece versiones diferenciadas. Los que persiguen el descubrimiento
genial como principal empeño regulador de sus labores, con el estudio
esforzado y el trabajo tenaz como ayudantes valiosos. Difieren de los
que giran alrededor de las utilidades inmediatas de sus creaciones; la
novedad genial les preocupa como método eficaz para sus fines. Los
primeros, enfrascados en las esferas de los sublime; mientras los
utilitarios, no renuncian a las maravillas, pero las utilizan al
servicio de su primer objetivo. El objetivo de sus metas separa con
nitidez ,los procedimientos empleados.
Sin negarle a la sociedad su papel relevante para el cultivo adecuado
de las actividades creativas, artísticas sobre todo; el colectivo no
forma parte del hecho creativo propiamente dicho, a lo sumo reúne a
los creadores individuales. La colectividad de cada momento dispone de
un sinnúmero de RECURSOS para incidir sobre las labores artísticas.
Bien estableciendo criterios valorativos, apoyos económicos,
promociones sectoriales e incluso silencios de significados rotundos.
Son factores influyentes muy patentes, implicados en los ambientes
originados, pero siempre a partir de los creadores, a los que pueden
provocar serias dificultades o servirles de agentes dinamizadores.
Los intereses representan esa carga de anhelos y necesidades impulsora
de los comportamientos desiguales, porque provienen de gentes diversas
con potencias muy desequilibradas. Al fin, los aspectos cualitativos
retroceden ante las fuerzas, dinerarias, institucionales, con
violencias físicas o mentales. Desde esas circunstancias emergen las
tramas de los MERCADOS, inclinadas a la presión de los más potentes,
superan con creces quella relación de la oferta y la demanda. El arte
también queda afectado por semejantes tramoyas, le provocan
desfiguraciones notables. La reparación de las balanzas está
dificultada por el desdén general hacia el cultivo de las mejores
cualidades humanas.
En esa especie de servidumbre a las variadas mercaderías inventadas,
las deformaciones del arte e incluso diría los despropósitos de la
vida, se suceden con una facilidad asombrosa. La espontaneidad genial
acaba dispersa, si no anulada, entre un sinfín de actuaciones
sociales, la obra señera proclamada de antemano no aparece por ninguna
parte. Qué otro comentario merecen las numerosas MOVIDAS, cuyo interés
primordial no radica en el arte. Planes turísticos, partidismos,
subvenciones o financiaciones millonarias, modifican la nervadura
artística inicial. En el desarrollo de tales eventos proliferan las
organizaciones, el gentío fluye al toque propagandístico; mientras
subyace el arte, quién sabe en qué niveles.
Los trabajos fueron evolucionando según las artes aprendidas y en
relación con el propio arte del laborante para su adaptación a las
circunstancias exigidas en cada momento. Digamos que juntaban las
versiones sociales con la dedicación del trabajador afrontando los
acoplamientos necesarios. Los PROFESIONALES adoptaron así los rasgos
característicos de sus ocupaciones, con unos condicionantes duraderos,
válidos durante varias generaciones; los ritmos no eran los de ahora y
sus artes gozaban de la tranquilizadora estabilidad. Los cambios
progresivos, implantados cada vez con mayor rapidez, fueron borrando
aquellos perfiles. Aún persisten rasgos elementales, pero entraron
variables impensables.
Ante la vorágine de novedades, las artes en toda su amplitud
amortiguaron sus esplendores, porque las grandezas aparecieron
mezcladas con lamentables desperdicios; el deslinde cualitativo viró
hacia el grupo de tareas imposibles. El recurso regulador trató de
encauzar a las genialidades y a los profesionales con los PROTOCOLOS;
ya estamos con los cánones establecidos, razonamientos agrupados por
los gestores, inclusiones y exclusiones. Teniendo el valor de la
recopilación de datos principales, representan un vehículo forzado en
el cual desaparecen las particularidades. Queda patente la amputación
de la creatividad ilusionante, pieza imprescindible para la adaptación
de los conocimientos a la vida de cada ciudadano.
La igualación de todas las artes, recluidas en los protocolos bien
ordenados, manifiesta sobre todo dos tendencias nocivas. La pretensión
de tener controlado al conjunto de las iniciativas espontáneas y la
presuntuosa posición de creerse los administradores de los
conocimientos. La excesiva fidelidad a sus códigos, recorta las
posibilidades vitalizadoras en aras del conglomerado dominante. El
progresivo agostamiento de sus contenidos apunta a la MEDIOCRIDAD
rampante. De tal modo, según las artes establecidas, el escaso filtro
empleado en la creación de las estructuras institucionales, equipara
las tonterías caprichosas con las genialidades. La mezcolanza impide
los discernimientos convenientes.
Al final no existe el repliegue eficaz. Los hallazgos personales
configuran un listado de nuevas inscripciones incesantes y las
aportaciones de la sociedad son manifiestas; resultan elementos
complementarios. El aislamiento de alguno de los componentes es
imposible, están entrelazados, en sus diferencias constituyen una
conjunción plena de realidades. Desde esa fertilidad creativa presente
en toda la historia humana, tampoco es factible la homogeneización; la
disparidad de cualidades y de circunstancias sólo vislumbra la
PLURALIDAD de realización. Quedan muy desprestigiados los intentos
manipuladores de los engreídos con cierto poder, de los definidores de
verdades que no dejan de ser inseguras, de los controladores del arte
en todas sus manifestaciones, de los enajenados por encumbramientos
necios.
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