A veces, cuando miramos hacia nuestro vecino del norte, no podemos evitar sentir una cierta envidia, sana envidia, debida, quizá, a una serie de factores imprevistos pero que se han combinado de una manera tal que ahora, el señor Macron, se halla en una situación inmejorable para hacer tábula rasa de la V República francesa, la del general Degaulle, necesitada de una buena revisión general que nunca, en los años que lleva de vigencia ( 1958), nadie tuvo las facilidades, el apoyo, el número de votos en la Asamblea conjunta y la ocasión de implantar un programa nuevo, cambiar las instituciones, como él dice y hacerlas más efectivas. En su reciente discurso, ante el Parlamento de la nación francesa, defendió la necesidad de “acabar con la proliferación legislativa” (¿se enteran de todo ello, estos de la extrema izquierda, que quieren acabar con toda la legislación vigente en España?) hablando, eso sí, de mejorar y evaluar las leyes vigentes.
Demostrando una clara percepción sobre la evidente masificación de la política en su país, habló de reducir el tamaño del Parlamento, ahora mismo con 577 diputados en la Asamblea Nacional y 348 en el Senado; de los que intentará reducir un tercio de legisladores, proponiendo que estas medidas sean aprobadas por referéndum si fuera necesario. Habló de una “cultura liberal, abierta y generosa”; “de luchar por la “movilidad” y criticó (atento a los que intentan aumentar el peso del Estado en la política y la economía españolas) “la dependencia permanente del Estado”, en la que viven algunos segmentos de la población francesa. Con un partido socialista completamente desarbolado y el partido comunista de Melenchon en momentos bajos, mientras la derecha intenta recomponer su maltratado partido, no parece que el señor Macron, si sabe jugar bien sus cartas y, hasta ahora, lo ha hecho con inteligencia; es muy posible que consiga que, los vientos de la restauración que intenta implantar, soplen en favor de la nación francesa. Todo depende de que, este espíritu tan saludable de poner orden donde es necesario, se mantenga, consiga los apoyos necesarios y no se pierda en divagaciones y retrasos que acaben por truncar las buenas intenciones del actual presidente francés.
Y digo que he sentido una sana envidia, precisamente cuando dirigimos nuestra mirada hacia nosotros mismos, buceamos en nuestros problemas y somos conscientes de todo lo que hemos perdido en unos pocos años, cuando teníamos todo a favor para haber dado el gran salto dentro de Europa y tuvimos ocasión de ocupar un lugar preeminente dentro de las instituciones de la UE; si no hubiéramos tirado todo lo que se había conseguido por las alcantarillas del despilfarro y la demagogia durante los nefastos años del gobierno del señor Rodríguez Zapatero. Ni hemos tenido el consuelo de sacar provecho del innegable esfuerzo hecho por el gobierno del señor Rajoy, para ir superando la crisis, darle la vuelta a la situación e ir consiguiendo, a lo largo de la legislatura, superar los obstáculos económicos, recobrar la confianza de nuestros inversores, mejorar nuestra balanza de pagos, ir recuperando puestos de trabajo y cotizantes para la Seguridad Social y reforzar nuestra industria y comercio, como difícilmente se hubiera podido pensar que lo llegaríamos a conseguir.
Hemos fallado estrepitosamente, no obstante, en la forma pusilánime, equívoca, trastabillante y excesivamente tolerante con aquellos primeros escarceos del separatismo que, a consecuencia de haberle permitido que se fuera reforzando, que se fuera afirmando en sus reivindicaciones, que dejara de cumplir las leyes y las sentencias de los tribunales que les perjudicaban en todo lo que se refería a sus objetivos separatistas, se han ido creyendo que tenían la posibilidad de imponerse al Estado español, vencerle y, en definitiva, conseguir hacerlo claudicar para que cediera a sus pretensiones de romper la unidad de España, concediéndoles lo que no han cesado de pedir, sin recibir la contestación adecuada a tiempo, y aplicar las medidas que la Constitución ponía al alcance del Gobierno para acabar, de un plumazo, con los intentos de los secesionistas de llevar adelante su plan.
En la actualidad, ya no queda otro recurso, ante la terquedad, la desesperación, esquizofrenia y la desorientación de quienes se encuentran en un callejón sin salida que, como determinados animales, cuando tienen ante sí un depredador que amenaza su vida, empiezan a hincharse para intentar dar la sensación de que son más grandes, más fuertes o más agresivos de lo que en realidad son. Como es evidente, estos recursos siempre fallan cuando, el enemigo, que tienen en frente, como en este caso el Estado español, tiene el poder de aplastarlos como si fueran una hormiga. Sin embargo, aún en esta situación extrema, los hay que aún quisieran dialogar, buscar compromisos, arreglarlo pagando más dinero o dándoles una salida honrosa, cuando la realidad es que, durante una serie de años, todos estos señores nacionalistas no han dejado de insultar, denigrar, ofender, mentir, reclamar y tomarnos el pelo para, forzando al gobierno de la nación, ir consiguiendo que, el Estado, avalara sus deudas, pudieran pagar a sus proveedores, salvaran la Seguridad Social, efectuaran una serie de obras públicas aunque, según ellos, estaban destinadas a proveer de infraestructuras nuevas, en beneficio de aquellos cuya intención clara era la de separarse del resto de España.
Sí señores, me gustaría tener en España a un Macrón, con su decisión, su valentía, su carisma, su poder y su posibilidad de encauzar el rumbo de la república francesa por el derrotero de la eficiencia, la racionalidad, el orden, la justicia y la equidad. Todo ello, si queremos echarle un vistazo a nuestro panorama político español y a los actores de nuestra política, dista mucho de poder convertirse en una realidad en nuestra nación, con un Gobierno de derechas en la cuerda floja, un partido liberal que se balancea de un extremo al otro y una reforzada izquierda que, con la llegada de P.Sánchez a la secretaría general de un nuevo Partido Socialista, completamente escorado hacia la extrema izquierda, tonteando con Podemos y amenazando con una entente que pudiera llegar a aspirar al gobierno de la nación; no se puede decir que nos encontremos en una situación que, para los que no queremos que nuestra nación caiga en manos de los comunistas bolivarianos del señor Maduro, puede llegar a estimarse como muy grave.
Es posible que, como ha recordado la señora Cospedal, ministra del Ejército, cuando en un acto castrense, les ha recordado a los mandos y los soldados que son la garantía que el artículo 8 de la Constitución establece para el caso extremo de que, alguna parte del territorio nacional, decidiera usar la fuerza, la desobediencia, las algaradas o las amenazas y agresiones para intentar oponerse a una posible actuación del Ejecutivo, interviniendo una parte o toda la autonomía catalana, algo que queda especificado en el artículo 155 de la Carta Magna. Alguien lo pudiera considerar una amenaza, un intento de meter miedo a quienes piensan que están en su derecho de incumplir las leyes del Estado español. No hay tal porque, como todo el mundo sabe, las leyes si se cumplen nunca comportan la aplicación de sanciones, sólo cuando alguien intenta pasarse de listo, pretende tomar un camino que está prohibido o intenta conseguir, de una manera ilícita, algo que no le pertenece entonces, señores, sin duda alguna lo que puede esperar es que el peso de la Justicia, con todos los medios de que disponga para llevar a cabo su misión, caerá inexorablemente sobre él.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, sigo pensando que el señor Macrón ha sido una gran suerte para los franceses. Sin embargo, lo mismo que digo que España está pasando por un mal momento, afirmo y tengo la esperanza de que, finalmente, nuestro patriotismo, nuestro apego por nuestras costumbres y los principios que hemos heredado de nuestros mayores; acabarán por imponerse a aquellos que vienen intentando convertirnos en uno más de las naciones bananeras bajo el poder del comunismo pro soviético.
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