«Hay Estado porque el Rey no se fue de Paiporta», decía el diario ABC. No quiero imaginar qué hubieran pensado en el extranjero si toda la comitiva que acudió a Paiporta hubiera salido corriendo y demostrado la misma cobardía que Pedro Sánchez. Seguramente, hoy sería otra la situación, salvo el encastillamiento del presidente, que seguiría abrasándose en su sillón con tal de no salir de Moncloa; él sabe que, a pesar del grupo de opinión sincronizada, tan pronto como salga de Moncloa pasará más tiempo en los tribunales que en su casa: en seis años ha dejado demasiados cadáveres y enemigos por el camino.
Es un hecho que, con tanta corrupción, el país está envenenado, harto y hecho unos zorros. Apenas reflexionamos sobre los presuntos actos delictivos que emanan del Gobierno y ya tenemos otro caso de corrupción encima. Y cuantos más salgan, más tranquilos estarán los titulares de las corruptelas a quienes los jueces están investigando. Ahora nos encontramos con el «caso loterías», donde la ministra de Hacienda parece estar en el medio. Son tantas las maldades de este Gobierno, que hasta los medios de masas empiezan a generar hartazgo.
Estamos obligados a acabar con urgencia con este tipo de políticos indignos y de verbo vacío. Si alguien lo duda, que reflexione si Sánchez no ha acabado por convertirse en el presidente másdespreciado de la historia en España, no sé si por delante o por detrás del bolivariano Rodríguez Zapatero, que tanto desprestigia a la Universidad de León tras su doctorado regalado. ¿A alguien le queda alguna duda ya, respecto a que el sujeto de Moncloa actúa cual psicópata desnortado? En Paiporta le han dicho bien claro que se largue, que no lo quieren, hasta en las paredes lo pintan con barro. Cuando éramos muchachos decíamos eso de que «solo los tontos andan por las paredes» y, pasados cincuenta años, el mismo pensamiento sigue estando de actualidad.
Compruebo que cada vez está más clara la inutilidad del Gobierno central ante la catástrofe, que no estuvo a la altura de las circunstancias, pero tranquilos, que Mazón tiene su parte de responsabilidad. Hasta dos de sus consejeras están para correrlas a gorrazos o a escobazos y no deberían permanecer en el puesto ni un minuto más; han hecho suficiente demérito para salir corriendo o a empujones. Y, por si conocíamos pocos fallos de nuestros políticos, ahora sabemos que «el Ministerio de Interior tenía imágenes por satélite de la DANA en Valencia», dado que «activó desde las cuatro de la tarde el sistema Copérnico de la UE»; de ahí que el ministro Marlasca no deba escabullirse porque también tiene su parte de irresponsabilidad e inutilidad organizativa.
La cobardía del presidente sigue estando de actualidad. No ha dudado en salir del país con destino a Azerbaiyán y no estar presente en el debate sobre la tragedia de Valencia. Me recuerda a aquel político ladrón y corrompido que, ante una situación difícil, y temiendo que le apuntaran con el dedo, no dudó en despedirse antes de tiempo de sus contrarios con la frase: «mi paz os dejo, mi paz os doy, que os den por el culo, que yo me voy». Ese tampoco dio la cara, como no la dio el tal Sánchez que, una vez más, ha demostrado el tipo de despreciable personaje que eres.
Dudo que los votantes socialistas vean la maldad que atesora su jefe de filas y aprendiz de autócrata, la falta de compromiso con el Estado y la nula empatía hacia la ciudadanía más indefensa. Por cierto, eso de «vecinos violentos y marginales» en Paiporta, nada de nada. Era una estratagema de los asesores monclovitas para ocultar la cobardía presidencial y la traición a la Generalitat. ¿Cree alguien que dos de los objetivos de Sánchez no eran el fracaso del presidente autonómico, Mazón, y el de la visita de la Corona? De un personaje así, se duda de todo y no se le cree nada.
Quienes conocemos en alguna medida el lenguaje no verbal, vimos gestos y modos que afean más aún a Pedro Sánchez. Solo un dato: con mirarle a los ojos ya sé si miente o no, y les aseguro que miente cada vez que anuncia algo en televisión. No mira de frente y, si lo hace, es obligado y de muy poca duración, no es un gesto natural. No dudo que estamos ante un psicópata aturdido y un aprendiz de autócrata capaz de lo que no se imaginan. En esa ocasión, los vecinos decidieron no agachar la cerviz y reclamar sus derechos, a la vez que mostraron su malestar por el abandono en que se habían encontrado inmersos.
Lo que anhela la ciudadanía es que paguen los culpas tanta ineptitud ante esa tragedia. Hay que estar muy hundido y dolido para un palo de escobón al de enfrente y a Sánchez se lo han arrojado, aunque fallaron. A Pedro Sánchez le han tumbadocomo al gallo guapo de la canción de Juan Pardo, que lo fue hasta que "otro gallo más guapo que él” ocupó su lugar. Tanto el Rey, como la Reina y Mazón le han dado una lección que no debe olvidar.
El presidente del Gobierno «Frankenstein» ya es un cadáver político y seguramente el personaje más despreciado de la política española. «El mundo entero ha conocido su ineptitud, su dejadez ante las adversidades, su irresponsabilidad y el alto grado de degeneración que proyecta», en palabras de una alcaldesa de las poblaciones afectadas por la DANA. Tras cientos de fallecidos por la tragedia valenciana, Sánchez carece de autoridad para afirmar que «nuestro objetivo es salvar vidas». Mientras la gente moría, la coalición convocaba un pleno urgente para repartirse los cargos del Consejo de RTVE donde no faltan miembros de la mafia de «Opinión Sincronizada». ¿Se lo cobrarán los valencianos?
No hay Gobierno en España, en el sentido de que carece de la dirección política necesaria el país. Tampoco tenemos presidente del Gobierno, tan sólo un manirroto que beneficia a traidoras minorías que, a cambio de prebendas y peticiones, lo mantienen en Moncloa. Su desatención del bien común es un hecho irrefutable, su valentía es cero, su cobardía es humillante y su desprecio por la ciudadanía una realidad visible.
Hoy no hablaremos de su desprecio a la Corona y de sus intentos de humillación a la misma. Mañana hablaremos de la «catedrática» de la Complutense, que es como la susodicha insta a sus cercanos a dirigirse a ella, aunque no es capaz de hilvanar tres frases sin usar cuatro muletillas.
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