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Cara a cara

El próximo lunes los candidatos de los dos grandes partidos españoles debatirán en directo cómo sacar a España de la crisis
Gema Acevedo
viernes, 4 de noviembre de 2011, 07:51 h (CET)
Qué bonito es seducir a través de las palabras. Qué fácil es decir justo lo que nuestro receptor espera que digamos. Da igual que sea una verdad a medias, da igual que no seamos del todo sinceros. Si no perdemos la calma, si nuestra serenidad y nuestro temple no nos traiciona, dominaremos la situación saliendo triunfantes y airosos.

Rubalcaba lo sabe. Sabe que su discurso no es el mejor. Sabe que los datos no le son favorables y que la imagen deteriorada de su partido merma su fuerza como candidato socialista. A pesar de ello, ansía enfrentarse a Mariano Rajoy el próximo lunes en el esperado debate bipartidista al que nos tienen acostumbrados. El popular lo tiene fácil, tan sólo debe arrojar sobre la mesa los datos y las cifras que ahogan y quitan el sueño a millones de españoles. Con esto debería bastarle. Pero sinceramente, ¿quién cree usted que va a ganar? ¿Quien más datos aporte? ¿Quien plasme la cruda situación en la que vivimos y aporte soluciones reales que favorezcan el cambio? Permítanme que yo tenga mis dudas al respecto.

Hace tiempo que perdí la pasión y la ilusión en los debates electorales españoles. Todo está demasiado medido, calculado, controlado. Discursos escritos por terceros repletos de tecnicismos incomprensibles en muchas ocasiones para el ciudadano de a pie. Ya lo vivimos hace poco menos de cuatro años en un debate capitaneado por el gran Matías Prats con Solbes y Pizarro como protagonistas. Un debate con un claro ganador para ciertos medios de comunicación españoles. Un debate con medias verdades, con secretos y palabras prohibidas capaces de provocar con su simple pronunciación la pérdida de millones de votos a quienes se negaron a pronunciarla.

Solbes atrajo, sedujo, enamoró al espectador con castillos de arena muy mal cimentados. Acusó a Pizarro de demagogo y antipatriota. Prefirió hablar de “turbulencias económicas” en vez de hablar de crisis. Disfrazó datos con tal de transmitir un mensaje optimista que garantizaría la pervivencia del Partido Socialista en el Gobierno. Muchas encuestas le otorgaron la medalla de ganador. Pero para desgracia de todos los españoles, el tiempo ha demostrado que lo de aquel debate, lo que reflejaban aquellos datos, eran sólo eso, datos. Palabras endulzadas capaces de seducir los oídos más castigados.

Para nuestra suerte el debate sigue en Internet. Creánme si les digo que después de dedicar buena parte de mi tiempo a visionarlo, seré todavía más crítica en mis percepciones sobre lo que se desprenda del debate del próximo lunes. Basta ya de mentiras y de falsas promesas. Si este lunes ambos candidatos se dedican a leer discursos evitando decir aquello que no les conviene, el claro perdedor será, para desgracia de todos, usted, yo y en definitva, España.

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