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Límites a la carta

El programa “La Noria” se ampara en el derecho a la información para defender su falta de ética
Marta Pérez
miércoles, 9 de noviembre de 2011, 08:19 h (CET)
Si me preguntasen qué opinión tengo de los programas del corazón pueden creerme si les contesto que nada bueno.

Solamente al escuchar esa burlesca relación que hacen algunos entre la palabra “corazón” y ese hermosísimo término denominado “comunicación”, me entra la risa. No puedo evitar recordar esa gran frase de Groucho Marx en el film Sopa de ganso que dice: “Puede actuar como un idiota y tener aspecto de idiota pero que eso no les engañe: Es realmente un idiota”.

En efecto, que no les engañen. Ahondar en el morbo de una tragedia, no puede considerarse jamás como un hecho noticioso sino como eso: morbo.

La reciente polémica que ha suscitado la entrevista realizada a finales de octubre a Rosalía García en La Noria, la madre de Francisco Javier García, El Cuco, imputado por el caso Marta del Castillo, ha pasado una factura económica a Telecinco. Y es que el programa notó una gran reducción de anunciantes en su última edición pasando de los casi 60 spots habituales a los poco más de 20.

Lo impactante de esta polémica entrevista, en la que los entrevistadores se tiñeron de aparentes factotum de la comunicación con dotes jurídicos para hacer juicios de valor, fueron sus reacciones ante las críticas. Paradójico es que se exija un mínimo de ética a un programa que únicamente busca atraer la atención del público y que por tanto no tiene ninguna obligación periodística, como que el presentador, Jordi González, apele al “derecho a la libertad de expresión” para defenderse de las acusaciones.

Si al sensacionalismo propio de este programa se le permite hacer un llamamiento a este derecho reflejado en el artículo 19 de nuestra Consitución, ¿por qué ignorar el propio al honor? Sí aceptamos imponer unos límites jurídicos al periodismo, estos no deben ser relativos.

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Dicen, y estoy de acuerdo, que el centro es un terreno peligroso electoralmente hablando, y pienso que esto es una realidad, ya que en poco tiempo hemos sido testigos de la debacle de muchos partidos que han apostado por esa posición. También he oído eso de que ser de centro es como todo el mundo dice que se tiene que ser, pero como a nadie le gusta que seas, y también puedo estar de acuerdo.

Ahondando en el pasado de la humanidad, podemos comprobar cómo, desde siempre, las distintas civilizaciones han vivido en la esperanza de otra vida después de la muerte. Por ello han procurado ofrecer a sus difuntos un habitad confortable, al que han rodeado de ese “ajuar” consistente en armas, alimentos, animales de compañía, joyas, ropajes, etc., que les hiciera más llevadero el paso por la “otra vida”.

Blaise Pascal, físico y filósofo francés del siglo XVII, escribe: “Todos los problemas de la humanidad provienen de la incapacidad del hombre de sentarse tranquilamente solo en una habitación”. ¿Qué hará una persona encerrada sola en una habitación? Se sumergirá en sus pensamientos erróneos porque no sabe pensar correctamente y se dejará llevar por las ilusiones de su propia bondad y de la perversidad del resto de los mortales.

 
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