Ayer Jaume Cabré vino a Valencia para presentar su novela en el Octubre Centre de Cultura Contemporània, sito en la calle San Fernando de nuestra ciudad. A pesar de su apretada agenda, tuvo la amabilidad de abrirme un hueco a codazos en su agenda, igual que hace con sus personajes en las novelas cuando uno le reclama más espacio del que a priori le corresponde.
| Jaume Cabré (Barcelona, 1947) ha publicado ‘Jo confesso’ en lengua catalana, editado por A tot vent, una novela de la que ya lleva vendidas cinco ediciones, cincuenta mil ejemplares aproximadamente.
Este hecho ha propiciado que el escritor barcelonés haya irrumpido con fuerza en el panorama español con la versión en lengua castellana, ‘Yo confieso’, publicada por Destino. Y lo cierto es que ya era hora porque Cabré era conocido en media Europa por sus obras anteriores ‘Les veus del Pamano’, ‘Fra Junoy o l’agonia dels sons’, ‘Senyoria’ y ‘L’ombra de l’eunuc’; por los cuentos recogidos en el volumen ‘Viatge d’hivern’; por su obra de teatro, ‘Pluja seca’ y por sus dos libros de ensayo, ‘El sentit de la ficció’ y ‘La matèria de l’esperit’.
Además, es miembro de l’Institut d’Estudis Catalans y Premi d’Honor de les Lletres Catalanes. No hace falta citar aquí los demás galardones literarios obtenidos, pero superan con largueza la veintena. |
| Y así, en una de las aulas multifuncionales de Octubre pudimos charlar durante unos minutos antes de la presentación oficial en una sala completamente llena de amantes de la buena literatura, porque eso y no otra cosa es este ‘Jo confesso’, novela de novelas, que entre muchas otras cosas nos cuenta la historia de Adrià Ardèvol, hijo único nacido en el seno de una familia de modales, costumbres y aspiraciones rígidas y planificadas en exceso. Pero la novela no despertaría la expectación que ha levantado si no contuviera muchas cosas, muchos detalles, grandes y pequeños, y una enorme riqueza, argumental y estructural, que hace imposible intentar siquiera el resumen más somero de esta peripecia literaria.
Jaume, me he enterado de que cuando acabas de escribir una novela sueles desmayarte, ¿eso es cierto?
Buena pregunta para comenzar [risas]. Todo tiene una explicación. He estado durante ocho años escribiendo la novela, acompañado por muchos personajes, situaciones y problemas literarios, unos solucionados y otros no, de tal manera que he vivido muy intensamente con ellos. Pero llega un momento que, de golpe, esto se termina y desaparece. En verdad, yo ignoro cuando acabo una novela, sólo sé que dejo que el editor se lleve el texto, porque de lo que estoy seguro es de que ya no puedo añadirle nada más. Esta ausencia, lógicamente, me provoca un vacío y, aunque intento evitarlo y hacerme el fuerte, es cierto que me he desmayado.
Siempre has sido más conocido en el extranjero que aquí, ¿por qué ocurre eso?
En Cataluña, el Rosellón, las Baleares y el País Valenciano, la parte que tiene una lengua común, sí que soy conocido, al igual que en Europa. Sin embargo, en el resto de España no es así. Cuando voy a Madrid me preguntan por qué pasa eso y les respondo la verdad: que no lo sé. No les puedo decir otra cosa. Afortunadamente esta novela parece que está funcionando muy bien y eso me alegra mucho.
Has escrito novelas, cuentos, guiones para series de televisión, ¿es conveniente cambiar de registro para los escritores?
Eso depende mucho de las circunstancias personales y laborales de cada uno. Durante muchos años he sido profesor de Instituto, que es el oficio con el que he ayudado a mi mujer, que es maestra, a sacar adelante a nuestra familia. La vida del instituto no es muy buena para la escritura, porque el trabajo es duro y al acabar la jornada no te quedan demasiadas ganas de escribir. Así que pedí la excedencia y pude hacer guiones y otras cosas para ganar más dinero y comprar tiempo. Era un trabajo estresante pero no me importaba porque a mí me gusta inventar historias. Finalmente, también he podido dejar los guiones y dedicarme de pleno a esta novela.
Para elaborar una novela tan compleja como ésta, ¿precisarás un esquema, no?
No, no, en el proceso de escritura, mi pretensión es que todo lo que pienso entre dentro de mí para trabajar en ello. Y cuando eso ocurre ya no me hace falta esquema ninguno. Entonces escribo y escribo y acumulo muchas cosas que forman un caos. Después interiorizo el material y lo ordeno. Y como yo mismo me doy cuenta de lo dificultoso de la tarea, cuando no me ve nadie, en la soledad de mi despacho, hago la ola para animarme. Y sigo trabajando porque cuando llevo entre manos una novela, me comporto como un corredor de maratón, como un corredor de largas distancias.
¿Cuántas horas de documentación hay detrás de este libro?
Muchas, pero siempre utilizo sólo la documentación necesaria para la cosa precisa, la que me hace falta. Si no fuera así, aquí hay tanto contenido que habría estado más de tres años documentándome y pidiendo información.
‘Jo confesso’ arranca con unas palabras del protagonista en las que dice: “Nacer en esta familia ha sido un error”. Sin embargo, nosotros no podemos escoger dónde nacemos.
Me interesa mucho el comienzo de las novelas. Es muy importante para mí porque en él asumes un compromiso con el lector. De alguna manera le estás diciendo de qué va el libro que tiene entre manos y que se dispone a leer. El comienzo de ‘Jo confesso’ lo escribí al final, cuando ya tenía concluido el texto y conocía todo lo que venía después.
El protagonista, Adrià, habla con dos amigos imaginarios: Águila Roja y el Sheriff Carson.
Sí y cada uno de ellos conversa con él de un modo diferente. En cierta manera es un monólogo interior disfrazado. Águila Roja y Carson son un símbolo de los hermanos que Adrià no tiene, una especie de bastón en el que el niño se va a apoyar.
Adrià tiene un padre metódico, exigente y perfeccionista.
Sí y la madre es igual. En un momento de la novela, Adrià dice que “mis padres no me quieren, me calculan”. Buscan cómo sacarle partido para vivir a su costa.
La novela trata también del mal y de la música. ¿La música es una herramienta que has utilizado para poder hablar del mal?
No necesariamente, pero se da el caso de que reflexionamos sobre Europa y aparece todo lo bueno y toda la barbarie que ha hecho la civilización occidental, de la que formamos parte con Einstein y, al mismo tiempo, con la Inquisición. Son dos puntos diferentes que pueden parecer desconcertantes, igual que el mal y la música, pero que viajan juntos.
Insisto con la música. Por cómo hablas de los violines, de los luthiers y de la propia música, parece que es un mundo que no te resulta muy ajeno. ¿Es así?
Me interesa mucho la música. Toco el violín muy mal, ni siquiera llego a ser un diletante, pero lo toco. Hago un poco de música de cámara con unos amigos pero sin que nos escuche nadie. Ocurre que muchas cenas familiares de mi infancia concluían cantando corales de Bach. Mi, padre, mi madre y mis hermanos, todos juntos. Cuando entraban en casa los novios de mis hermanas, mi padre les probaba la voz para ver si valían o no como cantores [risas].
En tu estilo podemos observar que pasas de la primera a la tercera persona sin solución de continuidad, ¿no es una apuesta arriesgada este recurso?
Hace ya tres novelas que vengo trabajando en ello. Aporta agilidad y rompe distancias porque son enfoques distintos. Te acercas y te separas de la narración, estás con una sensación de movilidad como espectador, te das cuenta que el narrador es móvil y de que el lector ha de estar siempre en guardia.
‘Jo confesso’ es una novela de novelas, ¿escribir un libro así es la máxima aspiración de un escritor?
No sé si les ocurre a todos los escritores, pero a mí es algo que me interesa mucho. Cuando las cosas se complican, el problema es que se me escapen de las manos y exploten. Pero si las puedes ir dominando es un gran placer.
Y ¿dónde se esconde Jaume Cabré en esta novela?
Sin duda en el estilo, que es donde me reconozco más. Y en los personajes estoy un poco en cada uno de ellos, difuminado, todos tienen algo mío, claro.
La última: ¿estás escribiendo algo nuevo?
No, no, desde septiembre sólo me dedico a hablar de la novela y a disfrutarla.
Hasta aquí la conversación. Esperaban los lectores en la sala de presentaciones del Octubre Centre de Cultura Contemporània. Aún tuve tiempo de tomar unas fotos y de enterarme de que el título que le gustaba a Jaume Cabré para el libro era el de ‘Confiteor’, yo confieso en latín, verbo deponente por más señas. Sin embargo, su propuesta no fue aceptada. No convenció a ningún editor, porque sonaba "a confitería".
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