Trabajando en la preparación del libro ‘El caso Bankia y algo más... o menos’, que entregué a la editorial en febrero de 20113, me interesaba conocer la legalidad, los hechos y la personalidad de los que intervinieron en Bankia. Entre ellos, por su actividad en Caja Madrid, estaba Miguel Blesa, al que dediqué unas páginas del libro (74 a 78 del Capítulo 7; y 79 a 81 del capítulo 8). Para analizar los hechos en los que intervino no hablé con él. Entendí que una entrevista, además de innecesaria, podría viciar con personalismos un análisis que pretendía aséptico.
Sin embargo, me topé con él en una situación, embarazosa y no buscada, que ahora parece oportuno recordar, tras encontrarse su cadáver con un disparo en el pecho en una finca en la provincia de Córdoba dedicada a la caza. Cuando surgen opiniones y especulaciones que, por parciales y mendaces, parecen injustas y hasta inhumanas.
Mi intercambio de palabras con Blesa ocurrió en un pasillo de los Juzgados de Instrucción de la Plaza de Castilla de Madrid. Como asunto del Caso Bankia, me interesaba el escrito que el Sindicato Manos Limpias había presentado ante el juez que instruía el Caso en la Audiencia Nacional (Fernando Andreu) y contacté con ellos. Después de algún retraso, concerté una cita con el secretario general del sindicato, Miguel Bernad, en el lugar que él eligió (pasillo de los juzgados y a la puerta del juzgado en él que tenía una vista) y a la hora que marcó. Por evitar a la prensa, subí en ascensor hasta la planta superior a la de la cita y bajé por las escaleras. Al llegar, en el pasillo, estaban Bernad, un hombre corpulento (supuse que guardaespaldas) y Blesa, que entonces empezaba su andadura por los juzgados y su trato con los jueces (el juez Elpidio Silva entre ellos). Allí se produjo una de las diatribas más virulentas y desagradables que recuerdo. Con Blesa y su supuesto guardaespaldas entre Bernad y yo, el secretario general del Sindicato, a unos centímetros de distancia, le dedico los denuestos e invectivas que parecía tener preparados. Le pedí a Bernad que me siguiera y nos fuimos. Miré a Blesa y me despedí con un “Lo siento”. Él contestó “No se preocupe”.
Pero me preocupé. Entonces. Después, cuando supe el porqué de su presencia en el juzgado. Y ahora. Por él y por todos. Y es que Blesa y la mayor parte de su actividad (por cautela sin afirmar y tratándolo como posibilidad), pueden no haber sido tratados como debieran en el Estado de Derecho actual. Puede que la Judicatura, la Fiscalía y la Prensa, cada una por su lado, no hayan tratado bien a Blesa, ni siquiera como debieran. Anestesiados con posturas que producen tranquilidad y beneficios (Odia al delito y compadece al delincuente’), es lo cierto que la actividad profesional de Blesa puede no haber sido interpretada (de enjuiciamientos no hablamos) con la frialdad intelectual que es necesaria para formar una opinión ecuánime.
Sin enjuiciar, citemos los hechos más controvertidos protagonizados por Blesa en Caja Madrid (En Bankia nunca estuvo):
- Compra del 83 % del City National Bank of Florida, posteriormente comparado con el informe del Banco de España de la época. Sin reparar en el motivo de la compra (apoyo para la expansión de Caja Madrid en América), el precio del mercado de aquel banco entonces (superior al que consta en el informe del Banco de España y al ofrecido por Caja Madrid), la no existencia de otra alternativa, y el estudio de beneficios previstos.
- Gasto de 510.000 € en un coche blindado. Prescindiendo del estatus correspondiente al gestor de la cuarta entidad bancaria del país.
- Compra en Miami de una lujosa mansión (con pantalán para amarre de yates) y un palacete en Viena. Sin tener en cuenta que, no para uso personal, esos gastos eran unas inversiones (erróneas o no) para captar negocio, en Miami o Austria, y flujos de dinero provenientes del relanzamiento de países americanos (sudamericanos especialmente) y europeos (Europa del Este)
- Créditos a Martinsa (por 1.000 millones de euros), concedido por el responsable de riesgos de la Caja, Carlos Vela, antes de que éste fuera consejero delegado de Martinsa (parece absurdo suponer que Blesa lo supiera)
- Celebrar un Consejo de Administración de Caja Madrid en el Hotel Ritz de Miami Beach, en marzo de 2004, mientras en Madrid se hacían los funerales por el atentado de Atocha.
- Conseguir el premio “Mejor Presidente de Entidad Financiera”, dado por la revista económica Banca 15, por convertir Caja Madrid, una simple caja de ahorros, en ‘entidad sistémica’ capaz de atraer la protección de los gestores políticos nacionales y autonómicos. Todo ello, como fruto de unas participaciones empresariales excepcionales en Indra, Endesa, Mapfre, SOS Cuétara, Mecalux, Telefóncia, Iberia...; y unos resultados contables brillantes: Las Reservas pasaron de 2.000 millones de euros en 1995 a 9.700 millones en 2006. Los balances, con cifras cercanas a los 30.000 millones cuando entró, pasaron a los 200.000 millones de euros en 2006. Incrementos de beneficios debidos al boom inmobiliario que pasaron del 2,25 en 2002 al 117% en 2007.
- Y lo que significaría la catástrofe: Convertir Caja Madrid en un centro de operaciones inmobiliario gigantesco, sumiendo a la entidad en la llamada burbuja del ladrillo con un volumen de negocio que a final de 2005 ascendía a 180.700 millones de euros; con unos créditos, elevadísimos, que en el año 2009 (cuando las entidades de crédito aminoraban riesgos) aún llegaban a 117.780 millones de euros; y hacían que la agencia de calificación Moody’s diera la nota de bono basura, (B2), a los 3.000 millones de euros emitidos en ‘participaciones preferentes’.
Esos, resumidos, son los hechos de Blesa en Caja Madrid. Y por ellos ha soportado las penas que la sociedad le ha impuesto. Unas penas que no se reducen a las que ha sentenciado la Administración de Justicia, hasta ahora una única sentencia pendiente de resolución en el Tribunal Supremo.
Porque también hay penas, no dictadas, que se le han aplicado a Blesa; y que se nos pueden aplicar a todos. Son las penas que impone la sociedad actual. Con una administración de justicia que se dilata en el tiempo, que aquilata leyes y restringe capacidades y libertades, que destroza egos, integridades y personas. Con una Fiscalía que debe velar por la correcta administración de la justicia, pero que lo hace como lo hace. Con una actividad social, garantista para según qué cosas, que permite el acoso, la agresión verbal privada y pública, la difusión de noticias hechas con medias verdades, la publicación de opiniones, interesadas e injuriosas, que usan la ocasión para verter una hiel que no se mide, y producir un daño del que no se responsabiliza nadie.
En medio de toda esta situación, como Blesa en un pasillo de los Juzgados de la Plaza de Castilla, hay quien por condescendencia, como él; por desconocimiento, o por algún otro motivo, opta por el “no se preocupe”.
Pero esto hoy no satisface. Y es que, tras el cadáver de Blesa, hay más. Y es preocupante. Mucho.
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