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¿Cuál es el verdadero dato del empleo?

Un regimiento de cosas depende en este momento de la tasa de paro
Robert J. Samuelson
viernes, 9 de diciembre de 2011, 08:31 h (CET)

WASHINGTON -- . De toda la artillería política, probablemente ningún dato económico va a ser más importante el año que viene. Si baja, la gente intuirá que la economía va mejor, consolidando las probabilidades de reelección del Presidente Obama. Si se estanca o crece de forma paulatina, los Republicanos sacarán tajada. El reciente descenso de la tasa de paro al 8,6% en diciembre con respecto al 9% parece dar la ventaja a Obama. Pero las cosas no son tan sencillas como parecen.

La noticia parece sincera a primera vista. La Oficina de Estadística Laboral lleva a cabo dos encuestas mensuales entre la población activa: una entre las familias (quién trabaja, quién no y quién busca trabajo) y un estudio de los contratos de las empresas (número de empleados que componen la plantilla). La tasa de paro se sustenta sobre el estudio entre las familias. Arroja un incremento en noviembre de 278.000 personas con empleo, presionando a la baja de forma acusada la tasa de paro.

Pero hay una pega. Si la gente deja de buscar trabajo, no se la contabiliza entre la mano de obra ni como trabajador en paro incluso si quiere trabajar. En noviembre, alrededor de 487.000 personas se descolgaron de la población activa, demasiado desanimadas -- están convencidos muchos analistas -- para buscar empleo. Sumar a estas personas al dato oficial del paro habría dado lugar a una tasa de paro del 8,9% en lugar del 8,6%, según Heidi Shierholz, del laboratorio izquierdista de ideas Instituto de Legislación Económica.

El estudio de los contratos de las empresas también arroja dudas. Reporta un incremento de 120.000 contratos en noviembre, que es menos de la mitad de la mejora del empleo (278.000) que arrojaba el estudio del paro entre las familias. Y el incremento de las nóminas se encuentra en realidad ligeramente por debajo de la media mensual de 131.000 del ejercicio pasado. (Observe: a menudo se producen discrepancias sin explicación entre el estudio de la población activa y el sondeo entre las familias).

La tasa de paro del año que viene -- y su impacto económico -- va a depender de dos cosas: la solidez de la creación de empleo; y el número de trabajadores "desanimados" que dejan de incorporarse al mercado laboral. Los dos factores interaccionan entre sí, de forma extraña a veces. La mejora de las perspectivas laborales puede empujar a más trabajadores desanimados a buscar un empleo. De forma aberrante, esto puede elevar la tasa de paro.

"Si el mercado laboral mejora, la población activa crece de forma más rápida", dice el economista de la Brookings Institution Gary Burtless. "Algunas personas que se han descolgado vuelven a incorporarse". De igual forma, si la creación de empleo sigue siendo débil, más trabajadores desanimados pueden dejar de buscar trabajo. Esto puede rebajar la tasa de paro.

De una forma u otra, el impacto puede ser considerable. Ahora mismo, la mala situación económica ha deprimido la "tasa de participación en la población activa": el porcentaje de estadounidenses mayores de 16 años que están en el mercado laboral. Desde el año 2007, ha caído del 66 por ciento al 64 por ciento. Aunque el descenso puede parecer diminuto, supone unos 4,8 millones de personas. Eso además de los 13,3 millones que están oficialmente en el paro.

Burtless cree que hasta 3,6 millones de los 4,8 que han abandonado el mercado de trabajo pueden volver a incorporarse. Pero es un dato difícil de calcular, destaca, porque hay tres tendencias a largo plazo que también están reduciendo la participación en el mercado de trabajo.

Ahora mismo, a medida que la población envejece de forma natural, el porcentaje de estadounidenses en edad de trabajar desciende de forma inevitable. En segundo lugar, la marea de mujeres casadas que se incorporan al mercado laboral, aunque no está retrocediendo de forma dramática, se ha detenido. Y por último, algunos estadounidenses más jóvenes (de 16 a 24 años) parecen preferir quedarse más tiempo en el instituto, la universidad o la formación profesional.

De forma que la verdadera situación del paro se fundamentaría en un abanico de datos inciertos, menos que todo hijo de vecino conviene en que es muy elevado. ¿Es real el descenso reciente de la tasa? ¿O resultará ser un capricho estadístico? ¿Podría dar la tasa de paro una pista engañosa -- crecer si el crecimiento firme del empleo induce a más personas a incorporarse de forma engañosa al mercado laboral; bajar si la débil creación de empleo hace que más dejen de buscar trabajo y dejen de ser contabilizados? Todas son buenas preguntas de enorme repercusión para la economía y la política en 2012. Habrá que esperar para conocer las respuestas.

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Es propio de estas fechas hacer balance del año. Pero, entreviendo conclusiones poco gratas, opto por emprender una cavilación breve y escrita sobre la noción, más genérica, de cambio o transformación, ese “leitmotiv” recurrente del progresismo contemporáneo cuando medimos cualquier mutación en términos de avance social.

Cuando las jerigonzas se extienden en los ambientes modernos, las habladurías altisonantes no pasan de generar unas algarabías sin sentido. Los hechos repercuten en cada ciudadano, sin guardar relación con lo que se dice. Se consolida una distorsión de graves consecuencias, lejos de ser una rareza, se generaliza en la práctica diaria.

Como la lluvia fina que parece que no, pero cala hasta los huesos: el mensaje es claro, quieren que acabemos pensando que “lo que nos viene encima es irremediable”, que los recortes que van a dar en el Estado del bienestar de aquellos que todavía tienen la suerte de tener una nómina, son absolutamente necesarios.

 
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