El martillo y el cincel neoliberal han agrietado los cimientos democráticos del poder occidental. Los golpes indiscriminados en las paredes de los estados han levantado la niebla polvorienta en los escombros de Europa. La “alemanización de España”, como ha sido etiquetada en los foros políticos y sociológicos de este país, ha conseguido que seamos menos soberanos que ayer. La fórmula “más mercado y menos Estado” ha quebrado los mimbres del bienestar y debilitado las estructuras jurídicas del referéndum popular. ¿Es inteligente seguir subidos en un vagón ante el lento descarrilamiento de su tren?, ¿es de sabios sacrificar bienestar para ganar competitividad?, ¿Es correcto…?
A pesar de la cara larga de Sarcozy, el desplante de Cameron debe servir a la crítica civil y mediática de este país para abrir el debate público sobre, la conveniencia económica y política de seguir siendo meros espectadores de “una muerte anunciada”, en palabras de un comentarista de este blog, o por el contrario, llamar a la movilización social para solicitar una Europa más keynesiana y menos supeditada a los dictámenes del tándem franco – alemán.
Las heridas causadas al Estado de Derecho, Democrático y Social de algunos países miembros ofrecen el dibujo sonoro de un futuro occidental basado en trazos de dinero y carente del sonido de sus principios y valores. Esta disonancia entre las bases materiales de una sociedad y sus superestructuras pone en evidencia el descarrilamiento que decíamos atrás.
La tecnocracia, o dicho en otros términos, la sustitución del líder emocional por el director racional, supone la primera herida sangrante de una úlcera llamada Europa. La pérdida del gobierno legítimo de Grecia e Italia por el golpe de Estado de un autócrata llamado “mercado” marca un antes y un después en las líneas que separan la lógica elemental del Estado Democrático. Esta ruptura en las reglas básicas del juego interno de un país no debe caer en el saco roto de lo superfluo. Las consecuencias nefastas de la tecnocracia derivan en una pérdida de confianza del pueblo soberano en la competencia gestora de sus gobernantes.
La reforma constitucional sin el correspondiente referéndum popular, al modo español, y la probable refundición de los Tratados Fundacionales de la Unión, sin el voto vinculante de los ciudadanos sienta las bases de la brecha abierta en los cimientos del Estado de Derecho. La ausencia de una Constitución Europea consensuada por los países miembros y refrendada por el sello de sus ciudadanos, deja la puerta abierta al Derecho Comunitario ostentar el timón de las Constituciones Nacionales.
El límite del gasto público por imperativo legal pone el acento en la tercera herida de Europa. El Estado Social, o dicho de otro modo, el bienestar como colchón de seguridad para amortiguar la caída en la pobreza social, se verá drásticamente recortado por la tijera neoliberal. La desmantelación de lo público en la Europa de lo privado ha abierto la brecha de la desigualdad entre los ricos y pobres. La filosofía merkeliana de no intervencionismo estatal corregirá los mercados pero desestabilizará la estructura social.
Son estas heridas en los cimientos del Estado de Derecho, Democrático y Social de los países miembros, las que deben cohesionar el sufrimiento civil y reivindicar desde la voz de los demócratas una Europa más estatal y menos liberal.
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