Un tiempo el actual, en donde cada día en mayor medida las democracias y la soberanía que emana de los pueblos libres del mundo palidece ante los nuevos arquitectos del miedo que han hecho de la economía una herramienta perfecta en pos de esa configuración de un mundo, en donde el capitalismo ha encontrado en las corporaciones y los denominados mercados los aliados perfectos para la construcción de una nueva sociedad sustentada en las bases de la desigualdad y la alta de libertad.
Hoy, cuando en Europa hemos asistido ya a dos golpes de estado como los perpetrados desde el poder económico en Grecia e Italia -sustituyendo la voluntad libre del pueblo expresada por las urnas por el nombramiento de gestores privados provenientes de empresas como Goldman Sachs- el hecho de que el poder de los mercados se situar por encima de la propia democracia gana virtualidad.
El dinero y el tiempo ,marcan así la diferente de quienes hoy viven y de quienes sobreviven en el intento de escapar de un sistema que no entiende de valores de libertad, justicia e igualdad y que en donde sólo el progreso de unos pocos aún a costa de la mayoría se configura como una realidad ante la cual el socialismo tiene y debe de dar su respuesta más revolucionaria y radical, pues sólo a través de la política como herramienta de defensa de la democracia y el progreso de los pueblos podremos encontrar la vía para enfrentar al futuro con garantías de no perder el presente.
Y esta idea , sencilla y simple pero a la vez dura es la que se desprende de la película In Time del director Andrew Niccol, quien nos presente un futuro tal vez no tan lejano en donde los mercados se presentan como los nuevos poderes que situados en la cúspide de un modelo marcan el tiempo y la forma de vivir de una sociedad en donde sólo unos pocos viven y la mayoría mueren en virtud de una economía voraz que sólo entiende de cuenta de resultados y margenes de beneficios.
Hoy tenemos ante nosotros el desafío de hacer frente a quienes quieren situar la economía por encima de la propia vida y la democracia.
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